La elección de un rumbo de país es más urgente que la selección de un nombre. Ni el modelo de país ni el programa para salir de la crisis forman hoy parte de esa selección. Los aspectos que inciden en la escogencia son el carisma personal y la identidad partidista. Normal, pero insuficiente.
La competencia actual está inmersa en historial de las pugnas internas. Hay algunos cruces entre los polos que fraccionan a la oposición, pero no llegan a un nivel crítico.
Mientras la oposición mantenga sus alcabalas del pasado seguirá mirando por el retrovisor.
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Esa conducción en reversa obliga a los aspirantes a desgastarse en acusaciones contra sus rivales y a normalizar una división que merma las posibilidades de todos. Se hacen encarnizados adversarios entre ellos mismos y reproductores del destierro de las acciones conjuntas. La invocación unitaria no logra deshacerse de interponer como punto de inicio agravios y desacuerdos radicales.
La derrota estratégica de la mayoría opositora es siempre un fracaso para toda ella. Ese descalabro no dejó otra opción que asumir la vía electoral. Igual que el mantra se impuso antes como política de la oposición, ahora la participación electoral arropa los vestigios extremistas que solo ven en el voto el escudo que puede ser abandonado ante cualquier provocación gubernamental.
La participación en las elecciones no es simple conveniencia sino territorio para extender la lucha para generar relaciones democráticas en condiciones no democráticas y dejar atrás el mito omisivo de diferir la conquista de democracia para después de “tumbar a Maduro”.
Participar anota en sus ventajas: 1) es un medio para tomar contacto y expresar a la población en grave situación de sobrevivencia; 2) es una oportunidad para comunicarle y convencer al país que hay una alternativa responsable; 3) es un desafío para reconstruir una instancia de orientación cívica y de dirección política que se gane la confianza de los ciudadanos que con razones huyeron de una mala praxis política.
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Los partidos opositores vaciaron su tanque de inteligencia por la separación entre su lógica y la de la gente; por la desaparición de los temas que conforman un modelo alternativo de país y por la ausencia de relaciones con la intelectualidad crítica, importante para desarrollar una estrategia democrática de cambio.
La merma colectiva de la inteligencia promedio situó a las direcciones partidistas por debajo de otras élites decisivas en el progreso de la sociedad.
Mientras vuelve a llenar el tanque la oposición debe considerar cómo fundirse con el sentimiento que considera que el gobierno de Maduro ya dio todo lo que podía y que, a menos que se niegue a si mismo y cambie su modelo, debe ser sustituido el próximo año por vía constitucional
La participación de los no alineados puede darle al país ese triunfo en las elecciones y después de ellas.
En segundo lugar los partidos de oposición deben reflexionar sobre las señales de preferencia hacia un candidato presidencial que pueda unir a una oposición marcada por las heridas que se han infringido. Para sanarlas requieren tiempo y un componedor independiente acordado entre ellos con preciso mandato y caducidad.
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Tercero, lograr un pacto de gobernabilidad entre partidos y de entendimiento nacional con el gobierno, los poderes públicos diferentes al Ejecutivo, instituciones de la República como las Fuerzas Armadas o del ámbito empresarial, religioso o de los saberes.
Finalmente crear un liderazgo plural, de independientes y dirigentes de partido, que sustente una Agenda de Reconstrucción que, más allá de la contraposición gobierno/oposición, produzca soluciones.