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La cancillería china publica informe «El Estado de la Democracia de los Estados Unidos 2022»

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La cancillería china publica informe "El Estado de la Democracia de los Estados Unidos 2022"

La cancillería china publicó este lunes un informe titulado «El Estado de la Democracia de los Estados Unidos 2022», en este texto se expone que el sistema estadounidense se encuentra atrapado en un círculo vicioso de pretensiones, políticas disfuncionales y profundas divisiones en la sociedad.

Índice
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I. Prólogo

II. La Democracia de EE.UU.: Una Lacra Crónica

1. La democracia de EE.UU. cada vez más decadente

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2. La polarización política agravada por la contienda bipartidista

3. La política del dinero cada vez más intensificada

4. La libertad de expresión, nada más se queda en retórica

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5. Un sistema judicial ignorante de la opinión pública

6. La creciente desesperación de la población por la democracia estadounidense

III. El Desorden Global por la Imposición de la Democracia de EE.UU.

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1. La política exterior como rehén de la polarización política

2. Incitación a la confrontación y el conflicto en nombre de la democracia

3. Sanciones unilaterales recrudecidas

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4. Sabotaje arbitrario a la democratización de las relaciones internacionales

5. Fabricación de la falsa narrativa de “democracia versus autoritarismo”

IV. Conclusión

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I. Prólogo

En 2022, EE.UU. estaba empantanado en el círculo vicioso marcado por la democracia distorsionada, la política disfuncional y la sociedad discordante. Son cada día más graves los problemas, como la política del dinero, la política de identidad, las fisuras sociales y la disparidad entre los ricos y los pobres. Las lacras de la democracia estadounidense ya están arraigadas en todos los aspectos de la política y la sociedad del país, que ha reflejado en mayor medida la gobernanza disfuncional y las fallas institucionales detrás de la misma.

A pesar de tantos problemas propios, EE.UU. sigue dictando a otros lo que deben hacer, en una posición de superioridad como un señor maestro de la democracia, sigue fabricando y dramatizando la falsa narrativa de “democracia versus autoritarismo”, y sigue dividiendo al mundo en dos campos, uno como democrático, y el otro, no democrático, partiendo de sus propios intereses egoístas. EE.UU. está organizando con entusiasmo la supuesta segunda “Cumbre por la Democracia”, para verificar cómo se han desempeñado varios países para cumplir con los estándares estadounidenses de democracia y darles nuevas órdenes. Tales procederes, sean con la bonita retórica de la “moralidad”, o camuflados bajo el pretexto de los intereses, no podrán ocultar su verdadera intención de politizar e instrumentalizar la democracia para promover la política de bloques al servicio de la preservación de su hegemonía.

A base de una gran cantidad de hechos y observaciones de medios y expertos, este informe repasa y presenta sistemáticamente el verdadero desempeño de la democracia estadounidense a lo largo del año pasado, y revela la situación caótica de la democracia estadounidense dentro del país, así como el desorden y los estragos que ha dejado en todo el mundo por vender e imponerla, de modo que el mundo pueda conocer mejor lo que realmente es la democracia de EE.UU..

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II. La Democracia de EE.UU.: Una Lacra Crónica

Haciendo caso omiso a los problemas de toda índole y la crisis institucional de su propia democracia, EE.UU. se obstina en creer que su democracia sigue siendo el paradigma y el faro para el mundo. Por esta arrogancia, la democracia de EE.UU. no sólo ha acumulado problemas más que incurables, sino que también ha causado graves daños a todos los países del mundo.

1. La democracia de EEUU cada vez más decadente

El sistema democrático estadounidense es como un escenario aparentemente glamuroso, al cual todo tipo de políticos suben uno tras otro. No obstante, los espectáculos, por muy interesantes que sean, no podrán encubrir sus graves deficiencias acumuladas durante largo tiempo y problemas reales que nunca han sido solucionados. El periódico francés Le Monde señaló que el 2022 fue un año de escepticismo sobre la democracia estadounidense y una guerra civil silenciosa había echado raíces en el país; y que la reparación de una democracia ya deteriorada requiere el sentido de Estado y el de intereses públicos, ambos ausentes en la actualidad. Esto es realmente triste para un país que durante largo tiempo se ha considerado a sí mismo como un ejemplo. En 2022, el think tank sueco Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral incorpora a EE.UU. por primera vez a la “lista de democracias regresivas”.

Han pasado dos años a partir del asalto al Capitolio ocurrido el 6 de enero de 2021, pero el sistema democrático de EE.UU. no ha logrado aprender realmente las lecciones, y le es díficil hacerlo. Mientras tanto, la violencia política sigue evolucionando y empeorándose. The Washington Post y The New Yorker señalaron que la democracia de EE.UU. está en un estado innegablemente duro, el disturbio en el Capitolio ha puesto de pleno manifiesto la polarización social, la división política y el auge de la desinformación. Ambos Partidos son conscientes de los defectos crónicos de la democracia estadounidense, pero en una atmósfera política más polarizada, por sus propios intereses, ninguno tiene la determinación y el coraje para hacer reformas.

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En 2022, el Congreso de EE.UU. volvió a caer en parálisis, y esta vez no por los disturbios violentos, sino por la enconada contienda partidista. La farsa para elegir al presidente de la Cámara de Representantes del 118º Congreso de EE.UU. duró 4 días seguidos, y tras 15 rondas de votaciones ya por fin se pudo obtener un resultado final. En la última ronda de votación, los republicanos y los demócratas sólo votaron a favor de sus propios candidatos, dejando constancia de su división y ruptura. The New York Times alertó que el Congreso de EE.UU. podría caer repetidamente en caos similares en los próximos dos años. En palabras de Brad Bannon, presidente de una consultoría política estadounidense, “el desastre total en que se encuentra el Congreso por la elección del presidente de la Cámara de Representantes es una muestra más del declive de nuestras instituciones públicas”.

Las preocupaciones se han extendido a diversos sectores de EE.UU.. Según un informe del Instituto Brookings en 2022, la otrora orgullosa democracia se enfrenta a una crisis sistémica y está acelerando su declive, cuyo impacto en la política, la economía y la sociedad ha pasado de lo parcial a lo general. Esto supondría una amenaza mortal para la legitimidad y la salud del capitalismo. La Fundación Carnegie para la Paz Internacional advirtió en un informe que la democracia estadounidense se encuentra en un peligroso punto de inflexión, y su declive se ha acelerado a medida que empeoran los defectos inherentes del capitalismo norteamericano. Múltiples desafíos como las restricciones en el voto, el fraude electoral y la poca credibilidad del gobierno acelerarían la desintegración de la democracia estadounidense. Ian Bremmer, presidente del Eurasia Group, señaló en un artículo que la disfunción de la democracia estadounidense supone una buena razón para temer que las elecciones presidenciales de 2024 puedan provocar una violencia mortal. Muchos problemas sociales candentes han causado una continua indignación del público y las dudas sobre la legitimidad de las instituciones políticas de EE.UU., y muchos ciudadanos se preocupan por el tiempo que pueda funcionar normalmente el sistema democrático estadounidense.

2. La polarización política agravada por la contienda bipartidista

Tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano han asistido en su seno al ascenso de las facciones radicales, y presentan diferencias cada vez más marcadas en aspectos como la base del electorado, la ideología y la identidad, haciendo insostenible el tradicional equilibrio interpartidista basado en la transigencia de políticas. Los dos partidos se ven el uno al otro no sólo como adversario político, sino también amenaza para el país. Un artículo de The New York Review of Books indicó que EE.UU. es ya prácticamente un Estado binacional, con los republicanos y los demócratas al frente de dos comunidades nacionales marcadamente opuestas, que funcionan de hecho como confederaciones bajo un único gobierno federal. Los Estados Unidos de América se han convertido en estados desunidos, la discordia entre las dos naciones ha venido profundizándose, y la polarización política ha alcanzado un nivel inédito.

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En medio de la escalada de contiendas políticas entre los dos partidos, los políticos ponen los intereses de sus partidos y facciones políticas por encima de los del país, y se acusan y se culpabilizan entre sí de manera desenfrenada. El 8 de agosto de 2022, la finca Mar-a-lago del expresidente Donald Trump en Florida fue allanada por las fuerzas del orden. Trump acusó al Departamento de Justicia de jugar la política para impedirle a volver a postularse como candidato presidencial y dijo que fue víctima de persecusiones políticas. Los republicanos, a su vez, inexorables en el descubrimiento de documentos clasificados en la residencia del presidente Joe Biden, iniciaron investigaciones sobre la retirada del ejército estadounidense desde Afganistán para que la administración de Biden rindiera cuentas sobre la cuestión. El aparato de Estado de EE.UU. ya no es más que un instrumento de los partidos políticos para buscar sus intereses egoístas.

La política de partidos marca líneas cada vez más según la raza y la identidad. Según Financial Times, los republicanos representan los blancos, pequeños pueblos y zonas rurales, mientras que los demócratas representan zonas urbanas y grupos multiétnicos. Más de una tercera parte de ambos partidos creen que la violencia está justificada para lograr sus fines políticos. Cuando un partido pierde, sus votantes sienten como si su país estuviera ocupado por una fuerza extranjera. La politóloga Barbara Walter señaló que EE.UU. se ha convertido en una “anocracia dividida en facciones”—un estado a medio camino entre la autocracia y la democracia.

La polarización política ha hecho cada día más difícil la adopción de políticas públicas. GovTrack, una fuente no gubernamental de información y estadística legislativas, revela una estable reducción en el número de leyes promulgadas por las sucesivas legislaturas del Congreso de EE.UU.—de 4.247 del 93o al 98o Congreso a 2.081 del 111o al 116o Congreso. La caída será aún más pronunciada cuando se considera la tasa que representan las leyes finales con respecto a los proyectos de ley, del 6% en el 106o Congreso al 1% en el 116o Congreso, una disminución del 5% en los últimos 20 años.

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Los trucos utilizados en peleas interpartidistas se tornan más escandalosos. El profesor Larry Diamond de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Stanford cree que las normas de la democracia, como la autocontención en el ejercicio del poder y el rechazo a la violencia, han empezado a desintegrarse. Un número creciente de políticos y cargos electos de EE.UU. se han mostrado dispuestos a doblegar o abandonar las normas democráticas en su afán por alcanzar o conservar el poder. Y a medida que el terreno político común se desvanece, cada vez más estadounidenses de ambos bandos expresan actitudes y percepciones que parpadean en rojo por el peligro democrático. La democracia en EE.UU. corre un grave riesgo de desmoronarse.

3. La política del dinero cada vez más intensificada

“Haz que tu dinero sea tu Dios, y te plagará como el diablo”, tal amonestó el dramaturgo británico Henry Fielding. En la política estadounidense, el dinero es la leche materna de la política, y las elecciones vienen convirtiéndose cada vez más en monólogos de los ricos, mientras que los reclamos del público por la democracia son considerados nada más como “notas discordantes” en la política. Con el diablo del dinero omnipresente en cada rincón de la política estadounidense, es inevitable que la equidad y la justicia sean reprimidas.

La política del dinero de EE.UU. tiene su encarnación más reciente en sus elecciones intermedias en 2022, que costaron más de 16 mil 700 millones de dólares—batiendo el récord de 14 mil millones de dólares creado en 2018—como reveló Reveal, una plataforma en línea dedicada a rastrear el flujo de donaciones políticas en el país. Este monto empequeñeció los Productos Nacionales Brutos (PNB) de más de 70 países en 2021. En estados como Georgia, Pennsylvania, Arizona, Wisconsin y Ohio, las campañas por senador federal costaron más de 100 millones de dólares en promedio. Más del 90% de los candidatos al Congreso ganaron las elecciones gastando un montón de dinero. Es imposible calcular cuánto “dinero negro” de fuente desconocida se haya involucrado.

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Se nota cada vez más la naturaleza de la política estadounidense como el “juego de los ricos”. El Centro Brennan para la Justicia, un laboratorio de ideas de EE.UU., reveló que cada una de las 21 familias que hacen más donaciones políticas contribuye por lo menos 15 millones de dólares, totalizando 783 millones de dólares, superando con creces al monto total de 3,7 millones de dólares de los pequeños donantes. Los billonarios proveen el 15,4% de los fondos para las elecciones federales, cuya mayoría va a Super Comités de Acción Política (PACS) que pueden aceptar donaciones ilimitadas.

Los enormes fondos de campañas no se han convertido en la gobernanza nacional efectiva. Al contrario, se ha incentivado en mayor medida la política del barril de tocino. Un artículo en Lianhe Zaobao señaló que la política democrática en el Occidente ha degenerado en las últimas décadas. La riqueza está concentrándose en manos de pocos, por lo que los pobres se vuelven más pobres, y los ricos, más ricos. Los ricos y los políticos han dominado la política en sus manos al servicio de sus propios intereses. El pueblo tiene el derecho a voto, pero no tiene el poder a ejercer influencia real en la política. Esta sensación de impotencia y decepción por la pérdida de confianza en los partidos tradicionales y gobiernos ha dado lugar al populismo, pero los problemas siguen sin resolverse.

4. La libertad de expresión, nada más se queda en retórica

EE.UU. siempre presume de su libertad de expresión. Pero en realidad, la libertad de expresión estadounidense está sujeta a su propio criterio. Los intereses partidistas y la política del dinero se han convertido en “dos grandes montañas” como carga pesada sobre la libertad de expresión. Cualquier discurso desfavorable a los intereses del gobierno estadounidense o del capital será sometido a estrictas restricciones.

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El gobierno estadounidense tiene regulaciones omnidireccionales sobre las empresas mediáticas y tecnológicas, con el objetivo de intervenir en la opinión pública. En diciembre de 2022, el CEO de Twitter Elon Musk y el periodista Matt Taibbi publicaron sucesivamente tuiteos que expusieron “archivos de Twitter” y revelaron que el gobierno estadounidense está realizando rigurosos escrutinios sobre todas las empresas de redes sociales, e incluso a veces interviene directamente en el contenido de la cobertura de los grandes medios de comunicación. Por ejemplo Google a menudo hace que las páginas enlazadas desaparezcan. Además, la empresa Twitter censuró información sensible sobre candidatos presidenciales antes de las elecciones generales de EE.UU. de 2020, creó “listas negras” para limitar la visibilidad de cuentas no populares e incluso trending topics, y colaboró con el FBI para monitorear los contenidos en las redes sociales, al tiempo de dar luz verde a las Fuerzas Armadas de EE.UU. a divulgar desinformación en Internet. Todo arriba mencionado sin duda alguna desmaquilló la supuesta libertad de expresión en EE.UU..

Los grupos de capital y de intereses hacen lo que quieran en lo que respecta a la opinión pública. Ante los grupos de capital y de intereses, la “libertad de expresión” de los medios de comunicación de EE.UU. huele a hipocresía. La mayoría de los medios de comunicación estadounidenses son de propiedad privada, y sirven a los poderosos y los ricos. Sean los dueños de los medios de comunicación o el ingreso de inversión y la publicidad de que dependen estos, todos están vinculados con los grupos de capital y de intereses. En su libro La Superpotencia Hipócrita, Micheal Lueders, un famoso escritor alemán y personalidad mediática, expuso en detalles el “mecanismo de filtración” de los medios de comunicación estadounidenses que,bajo la influencia de los grupos de intereses, elige y distorsiona los hechos. En enero de 2023, “Project Veritas”, un grupo derechista estadounidense, publicó un vídeo sobre Pfizer que se viralizó. En el vídeo, Jordon Trishton Walker, un alto ejecutivo de Pfizer, mencionó que esta empresa está explorando planes para mutar el coronavirus, ya que el negocio de las vacunas es una vaca lechera, y los reguladores estadounidenses tienen intereses relacionados con las compañías farmacéuticas. Para eliminar las influencias negativas, Pfizer, además de publicar una declaración al respecto, también exigió a YouTube a remover inmediatamente el vídeo so pretexto de “violar reglas de la comunidad”.

EE.UU. utiliza las redes sociales para manipular la opinión pública internacional. En diciembre de 2022, el sitio web de investigación independiente “The Intercept” reveló que durante largo tiempo las agencias afiliadas al Departamento de Defensa de EE.UU. han venido interviniendo en la opinión pública de los países de Oriente Medio mediante la manipulación de temas y la propaganda engañosa en las redes sociales como Twitter. En julio de 2017, el oficial Nathaniel Kahler del Comando Central del Ejército de EE.UU. envió al equipo de política pública de Twitter un formulario que contiene 52 cuentas en idioma árabe, y pidió servicios prioritarios para 6 de ellas. Respondiendo a la exigencia de Kahler, Twitter incluyó estas cuentas árabes a una “lista blanca” para expandir mensajes favorables a EE.UU.. Sobre eso, Eric Sperling, director ejecutivo de Política Exterior Pública, una organización antiguerra, señaló que el Congreso y las redes sociales de EE.UU. deben investigar y tomar acciones para que la gente sepa que los impuestos cobrados están siendo utilizados para hacer propagandas sobre las guerras interminables de EE.UU..

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En septiembre de 2022, la explosión del gasoducto “Nord Stream” estremeció al mundo, y la comunidad internacional ansiaba saber la identidad y el motivo del perpetrador. El 8 de febrero de 2023, el ganador del Premio Pulitzer y periodista de investigación veterano Seymour Hersh escribió un artículo, revelando al gobierno estadounidense como culpable de este incidente. Pero ante esta noticia impactante, los principales medios de comunicación de Europa y EE.UU., siempre sensibles a tales noticias, han permanecido inquietantemente callados. El sitio web Western Standard de Canadá y el canal televisivo alemán ZDF comentaron que el reportaje de Hersh era una de las mayores noticias de la década, pero pocos medios de comunicación en América del Norte querían hablar de eso, porque el Occidente quiere que ninguna persona conozca la verdad y las tecnologías de vigilancia que ha desplegado en el Mar Báltico. Al contrario, los medios de comunicación occidentales empezaron a cuestionar la autenticidad del reportaje de Hersh. El 15 de febrero, Hersh escribió otro artículo, acusando al gobierno de EE.UU. y los principales medios de comunicación de encubrir la verdad de la explosión del gasoducto “Nord Stream”. Los analistas señalaron que teniendo en cuenta que los medios de comunicación occidentales bailan al son de EE.UU., no es sorprendente su acto de bloquear las revelaciones de Hersh.

5. Un sistema judicial ignorante de la opinión pública

Como institución garantizadora de la Constitución, la Corte Suprema cae en una división irreconciliable al igual que la sociedad estadounidense, como resultado de la coacción derivada de la división social contra el poder judicial y la extensión de las contiendas bipartidistas al sistema judicial. Convirtiéndose cada vez más en una herramienta de las contiendas políticas, la Corte Suprema ha dictado sentencias que reflejan las crecientes diferencias colosales entre los “dos EE.UU.”—los conservadores y los liberales. La “separación de poderes” ha sido erosionada constantemente. La pelea partidista ha abandonado las tradiciones y cruzado la línea.

Los dos partidos hacen cumplir sus agendas a través de cambiar la orientación política de la Corte Suprema. Las elecciones presidenciales, en ciertos ámbitos, se han convertido en una disputa entre ambos partidos por la facultad de nombrar jueces. Trump nombró, durante su mandato, a 3 jueces que se inclinan a la posición conservadora, dando a los jueces conservadores una ventaja absoluta sobre los liberales. Según un artículo de “Daily Maverick” de Sudáfrica, desde el Sr. Trump, los fundamentalistas evangéligos blancos radicales han tomado las riendas de la Corte Suprema. No es nada sorprendente que la Corte Suprema casi siempre haga decisiones a favor de los cristianos evangéligos, grandes corporaciones y el Partido Republicano.

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El fallo de la Corte Suprema estadounidense sobre el derecho al aborto pone de pleno manifiesto las consecuencias perversas de su involucración en la pugna partidista y su desvinculación de la sociedad. El 24 de junio de 2022, la Corte Suprema, en apoyo público al conservadurismo religioso, revocó el fallo “Roe v. Wade” de 1973 y derogó la protección constitucional al derecho al aborto de las mujeres, desatando protestas en todo el país. Encuestas demuestran que más de la mitad de los estadounidenses creen que la anulación del derecho al aborto es un retroceso de EE.UU.. Según un artículo en Haaretz de Israel, en la cuestión del derecho al aborto, la Corte Suprema ha atentado contra la democracia so pretexto de la defensa de la misma, ofreciendo un vívido caso de la “tiranía de la minoría”. Una Corte Suprema no representativa, nombrada por un presidente no representativo y confirmada por un Senado claramente no representativo, tomará decisiones y emitirá sentencias que afectarán a los estadounidenses de 2030, 2040 y 2050.

Asimismo, la Corte Suprema anuló una ley del estado de Nueva York que había entrado en vigor en 1913 y restringía el porte oculto de armas de fuego en espacios públicos. El gobernador de Nueva York dijo que la temeraria revocación por la Corte Suprema de la ley del estado de Nueva York sobre el control de armas de fuego era intolerable en un momento en que el país reflexionaba sobre la violencia armada. Matthew Dowd, politólogo de EE.UU., apuntó que los problemas que enfrenta hoy EE.UU. tienen su origen en la fragmentación de la democracia. Los ciudadanos estadounidenses quieren una sentencia justa en el “Roe v. Wade”, una verdadera reforma de las armas, salarios mínimos más altos, impuestos más elevados para los superricos, una mejor asistencia sanitaria para todos, así como otras reformas que reflejen las peticiones populares.

6. La creciente desesperación de la población por la democracia estadounidense

El orgullo de los estadounidenses por su democracia ha registrado una drástica caída del 90% en 2002 al 54% en 2022, según una encuesta conjunta entre The Washington Post y la Universidad de Maryland. En una encuesta realizada por el Instituto de Políticas Públicas de California, los votantes de este estado muestran una preocupación generalizada por el hecho de que la democracia estadounidense se ha desviado del camino acertado. Entre ellos, el 62% considera que el país va en la dirección equivocada, el 46% se muestra pesimista ante la perspectiva de que los estadounidenses con diferentes opiniones políticas trabajen juntos para resolver sus diferencias, y el 52% se siente insatisfecho con el funcionamiento actual de la democracia estadounidense. Según un sondeo de la Universidad Quinnipiac, el 67% de los encuestados cree que la democracia estadounidense corre el peligro de derrumbarse, y el 48% piensa que podría producirse otro incidente similar al asalto al Capitolio. Una encuesta del Pew Center demuestra que el 65% de los estadounidenses piensa que el sistema democrático estadounidense necesita una reforma importante, y el 57% de los encuestados cree que EE.UU. ya no es un ejemplo de la democracia. Un estudio de la UCLA muestra que el gobierno estadounidense viene perdiendo en los últimos años su capacidad de gobernar el país y su sentido de responsabilidad democrática, y carece de medidas eficaces para impulsar reformas a gran escala, y abordar cuestiones como la justicia electoral y el fraude mediático.

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III. El Desorden Global por la Imposición de la Democracia de EE.UU.

Pese a los problemas de su propia democracia, EE.UU., en lugar de hacer una introspección, obliga a otros a tomar medidas para curar sus propias enfermedades, y sigue exportando a todo el mundo los valores de la democracia estadounidense, y aprovechándose de los temas de la democracia para atacar y reprimir a otros países en procura de intereses egoístas, lo cual ha agudizado la división y la confrontación entre bloques en la comunidad internacional.

1. La política exterior como rehén de la polarización política

“La política se detiene al borde del agua” es un dicho muy popular del círculo político de EE.UU., que significa que las peleas entre los partidos deben limitarse al plano de la política doméstica, y ellos deben cerrar las filas en temas relacionados con el exterior. Sin embargo, con la intensificación de la polarización política, son cada vez mayores las diferencias entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano en las cuestiones exteriores trascendentales. La política exterior se vuelve cada vez más extrema, y “la política que traspasa el borde del agua” se viene convirtiendo en una normalidad, lo cual no sólo es perjudicial para muchos países en desarrollo, sino que también supone una amenaza para los aliados de EE.UU..

Desde la aparición de COVID-19, la administración Trump y algunos políticos extremos han venido fabricando todo tipo de mentiras y rumores contra China en el rastreo de los orígenes del virus. El caso más típico fue el llamado informe sobre el rastreo de los orígenes del coronavirus publicado por los servicios de inteligencia de EE.UU. en 2021. Pasando por alto las leyes científicas del rastreo, el mismo inventó la “fuga del virus desde el Instituto de Virología de Wuhan” y acusó infundadamente a China por la falta de transparencia y la obstrucción de la investigación internacional. El rastreo de los orígenes es una cuestión científica. El verdadero objetivo de EE.UU. es intentar confundir la opinión pública y manipular el rastreo de orígenes del virus para achacar la culpa a China, así como contenerla y reprimirla, lo cual ha dejado plenamente al descubierto la hipocresía de la democracia estadounidense y las consecuencias de la polarización política.

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Después de la llegada al poder de la administración Biden, la Guerra de Afganistán que duró dos décadas terminó en una precipitada retirada de las tropas estadounidenses. EE.UU. ha arruinado un país, destrozado el futuro de varias generaciones y al final, simplemente se fue. A pesar de la retirada de las tropas estadounidenses, el gobierno de EE.UU. sigue imponiendo sanciones contra Afganistán y congelando ilegalmente los activos del Banco Central afgano, haciendo aún más difícil la vida del pueblo local. En mayo de 2022, un informe de la ONU reveló que casi 20 millones de personas en Afganistán pasarían hambre aguda. En julio de 2022, aun con el fuerte terremoto que sacudió Afganistán, EE.UU. rechazó levantar las sanciones.

La polarización política de EE.UU. produce efectos de desbordamiento. Según un informe publicado por la Universidad de Ottawa de Canadá, los medios de comunicación conservadores, incluyendo Fox News, y los políticos conservadores de EE.UU. apoyan abiertamente a los extremistas de extrema derecha de Canadá. Esto representa una amenaza mayor para la democracia canadiense que las acciones de cualquier otro país, y hay que reflexionar sobre las implicaciones para Canadá del retroceso democrático en EE.UU.. El profesor Gordon Laxer, de la Universidad de Alberta de Canadá, cree que las fuerzas que mueven a EE.UU. hacia la autocracia ya existen. Entre los canadienses está arraigada la idea de que EE.UU. es su mejor amigo y que siempre defenderá la democracia. Eso ya no puede darse por sentado.

2. Incitación a la confrontación y el conflicto en nombre de la democracia

La democracia figura entre los valores comunes de la humanidad, y no debe ser utilizada como herramienta para promover las estrategias geopolíticas y atentar contra el desarrollo y el progreso de la humanidad. Sin embargo, durante largo tiempo, con el fin de defender su propia hegemonía, EE.UU. privatiza el concepto de la “democracia”, instiga a la división y atiza la confrontación so pretexto de la democracia, y socava el sistema internacional centrado en la ONU y el orden internacional basado en el derecho internacional.

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La crisis de Ucrania, desde su estallido a principios de 2022 hasta hoy, ha asestado duros golpes a la economía y el bienestar del pueblo de Ucrania. En el informe publicado por el Banco Mundial en octubre de 2022, la reconstrucción post-guerra de Ucrania requiere por lo menos 349 mil millones de dólares, que equivale a 1,5 veces el volumen económico total de Ucrania de 2021. Desde el estallido de la crisis de Ucrania, EE.UU. la ve como una oportunidad para sacar beneficios, y lejos de tomar alguna medida favorable al alto el fuego, ha venido echando leña al fuego y haciendo una gran fortuna en los sectores como la industria militar y la energía. Además, EE.UU. describe el envío de armas a Ucrania con la narrativa de “democracia versus autoritarismo”. En julio de 2022, el informe del Centro para Pronósticos Estratégicos (CSP, por sus siglas en inglés) de Serbia indicó que en los ojos de EE.UU., es crimen el ataque lanzado por Rusia en 1999 contra Grozny, capital de Chechenia, mientras que es liberación la operación lanzada por este mismo en Fallujah, una ciudad iraquí de tamaño similar a Grozny. La supuesta democracia de EE.UU. ha sido secuestrada por los grupos de interés y los capitales desde hace mucho, y no ha traído sino turbulencias y caos al mundo.

En agosto de 2022, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, haciendo caso omiso de la categórica oposición y la seria gestión de China, se obstinó en visitar la región Taiwan de China. Se trataba de una grave provocación política que elevó los intercambios oficiales entre EE.UU. y Taiwan, y agravó las tensiones del Estrecho de Taiwan. No obstante, Pelosi justificó que “su visita a Taiwan refleja el firme apoyo de EE.UU. a la democracia de Taiwan”. La esencia de la cuestión no es en absoluto una cuestión de democracia, sino una que atañe a la soberanía y la integridad territorial de China. Lo que ha hecho no es en absoluto la salvaguardia y la defensa de la democracia, sino la provocación y la violación de la soberanía y la integridad territorial de China. El sofisma de Pelosi ni convenció a los propios políticos estadounidenses. La congresista republicana Marjorie Greene retó a Pelosi: “Los estadounidenses están hartos de una mujer obsesionada con su propio poder que ha ostentado durante décadas mientras todo nuestro país se estremece… Basta ya de esta falsa ‘valentía’ de defender la democracia”.

La comunidad internacional ya es cada vez más consciente del modus operandi de EE.UU.. Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia manifestó que EE.UU., autoproclamado como “sacerdote supremo”, crea caos en todo el mundo bajo el disfraz de “la democracia y la verdad”, y exporta brutalmente su propia voluntad por medio del dinero, las alianzas y las armas avanzadas, entre otros. Un artículo publicado en Ahramonline, un medio egipcio, afirmó que la ideología de las supuestas “libertad y democracia” ya ha sido armamentizada y utilizada por EE.UU. para desestabilizar a otros países, intervenir en sus asuntos internos y deslegitimar sus gobiernos. Estas interferencias suelen producir graves impactos negativos, y no tienen nada que ver con la democracia y la libertad proclamadas por EE.UU.. Anis Matta, presidente del Partido de la Ola del Pueblo de Indonesia (Gelora), señaló que la astucia estadounidense está convirtiendo a otros países en un campo de batalla. El sentimiento antichino y la polarización en Indonesia también son obras de EE.UU.. Los musulmanes deben entenderlo.

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3. Sanciones unilaterales recrudecidas

Durante largo tiempo, EE.UU., de acuerdo con su legislación interna y partiendo de sus propios valores, impone sanciones unilaterales y jurisdicción de brazo largo contra los demás so pretexto de los derechos humanos y la democracia, entre otros. En las últimas décadas, ha aplicado sanciones unilaterales y jurisdicción de brazo largo contra países como Cuba, Bielorrusia, Siria, Zimbabwe, ejercido presiones extremas contra países como la República Popular Democrática de Corea, Irán y Venezuela, y congelado de forma unilateral la asistencia militar a Egipto valorada en 130 millones de dólares alegando una supuesta falta de mejora de la situación de los derechos humanos de este país. Estos actos han dañado gravemente el desarrollo económico y la mejora del bienestar del pueblo de estos países, puesto en riesgo el derecho a la vida, desafíando el derecho a la autodeterminación y perjudicando el derecho al desarrollo, suponiendo violaciones continuas, sistémicas y masivas de los derechos humanos de los otros países. En los últimos años, son cada vez más numerosas las sanciones unilaterales lanzadas por EE.UU., y más largo, el brazo de su jurisdicción. Para preservar su propia hegemonía, y haciendo caso omiso del derecho internacional y las normas básicas de las relaciones internacionales, EE.UU. perjudica arbitrariamente los intereses de otros países, especialmente los derechos e intereses justos y legítimos de los países en desarrollo.

En marzo de 2022, la Agencia Anadolu de Turquía publicó un artículo denunciando a EE.UU. por invadir a Irak con pretextos inventados bajo el disfraz de la democracia, infligiendo al pueblo local enormes sufrimientos. Primero, el abuso de las sanciones ha empeorado el bienestar local. De 1990 a 2003, EE.UU. impuso severas sanciones económicas contra Irak, las cuales deterioraron gravemente la economía local y la vida del pueblo. Según datos de la FAO, afectado por las sanciones y el embargo impuestos por EE.UU., en Irak, el porcentaje de personas afectadas por el hambre se mantenía en un nivel alto. Sólo entre 1990 y 1995, 500 mil niños iraquíes perecieron por la hambruna o las precarias condiciones de vida. Segundo, las guerras y disturbios prolongados han causado un gran número de bajas civiles. Según estadísticas del Ministerio de Salud de Irak, desde que EE.UU. desató la Guerra de Irak en 2003 hasta que anunció la retirada de sus tropas en 2011, cerca de 120 mil civiles perdieron la vida por la guerra. Tercero, el modelo político brutalmente injertado quedó mal adaptado a las realidades locales. EE.UU., ignorando las realidades nacionales de Irak, impuso la democracia estadounidense, que agudizó la contienda política entre las diferentes facciones de Irak.

Las sanciones unilaterales de EE.UU. ponen de pleno manifiesto su arrogancia e indiferencia ante el humanitarismo. El 11 de febrero de 2022, el presidente Joe Biden firmó una orden ejecutiva exigiendo el reparto de los activos valorados en cerca de 7 mil millones de dólares que el Banco Central de Afganistán tenía en EE.UU.. Según la orden, la mitad de los fondos se usará para indemnizar a las víctimas del 11-S, y la otra mitad será trasladada a una cuenta del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. El saqueo flagrante de los patrimonios del pueblo afgano, un proceder hegemónico de EE.UU., ha suscitado la amplia condena de la comunidad internacional. En marzo de 2022, según el reportaje de la página de SINDOnews, un medio indonesio, los ciudadanos de origen afgano se manifestaron ante la Embajada de EE.UU. en Indonesia en protesta de la apropiación de los activos del gobierno afgano por parte del gobierno estadounidense. Los protestantes expresaron con indignación que los activos del anterior gobierno afgano pertenecían al pueblo afgano, y debían ser utilizados para asistir a los afganos sumergidos en una crisis económica.

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4. Sabotaje arbitrario a la democratización de las relaciones internacionales

Los asuntos internacionales concierñen a los intereses comunes de la humanidad, y deben ser abordados por todos los países mediante consultas. Pero EE.UU. nunca ha acatado realmente los principios de la democracia en las relaciones internacionales. Bajo el disfraz del “multilateralismo” y las “reglas”, y aferrándose a la mentalidad de Guerra Fría, EE.UU. ha practicado el falso multilateralismo y la política de bloques, atizado la división y la confrontación, fraguado la confrontación entre bloques, y ejercido el unilateralismo so pretexto del multilateralismo. Sus conductas hegemónicas, dominantes e intimidatorias han socavado gravemente el desarrollo del verdadero multilateralismo.

EE.UU. pone su legislación doméstica por encima del derecho internacional, y aplica selectivamente las reglas internacionales por conveniencia. Desde la década de los años 80 del siglo XX, EE.UU. se retiró de 17 organizaciones o acuerdos internacionales importantes como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el Acuerdo de París, el Plan de Acción Integral Conjunto con Irán, el Tratado sobre el Comercio de Armas, el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio y el Tratado de Cielos Abiertos.

EE.UU. viola flagrantemente los propósitos y principios de la Carta de la ONU y las normas básicas de las relaciones internacionales, y lanza guerras por doquier, avivando la división y los conflictos. En los más de 240 años desde la fundación de EE.UU., sólo hay 16 años en los que el país no estaba en guerra. Se puede decir que EE.UU. es el país más beligerante en la historia del mundo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ha desatado o participado en muchas guerras en el extranjero, como la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam, la Guerra de Afganistán y la Guerra de Irak. Estas guerras causaron gravísimas bajas civiles y pérdidas materiales, y provocaron enormes catástrofes humanitarias. Desde 2001, las guerras y operaciones militares de EE.UU., iniciadas en nombre de la lucha antiterrorista, han matado a más de 900 mil personas, de las cuales unas 335 mil son civiles, herido a millones y desplazado a decenas de millones de personas.

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Ignorando la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y los principios del derecho internacional y los derechos democráticos de los países del Asia-Pacífico y los países insulares del Pacífico en los asuntos internacionales y regionales, EE.UU. ha apoyado flagrantemente la decisión de Japón de verter el agua contaminada y lo envalentona, cuando el gobierno de Japón aún no ha realizado plenas consultas sobre el tratamiento del agua contaminada procedente de la planta nuclear de Fukushima con las partes interesadas y las organizaciones internacionales pertinentes, no ha proporcionado suficientes fundamentos científicos y fácticos, ni ha atendido a las preocupaciones legítimas de la comunidad internacional. Pero por el otro lado, el gobierno estadounidense, ha prohibido la importación de alimentos y productos agrícolas desde las zonas circundantes de Fukushima por “contaminación radioactiva”, lo que ha puesto de relieve la hipocresía del “doble rasero estadounidense”.

EE.UU. ha promovido la mentalidad de Guerra Fría en la región del Pacífico Sur, fragúa la Asociación de Seguridad Trilateral (AUKUS, por sus siglas en inglés) con Reino Unido y Australia, formado pequeños círculos racistas, y se ha comprometido a ayudar junto con Reino Unido a Australia a construir por lo menos 8 submarinos nucleares. EE.UU. ha violado gravemente el espíritu del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares y el Tratado del Pacífico Sur como Zona Libre de Armas Nucleares, tanteando con locura al borde de la proliferación nuclear, lo que supone enormes riesgos y peligros subyacentes. Al mismo tiempo, EE.UU. ha abierto “la caja de Pandora” de una carrera armamentística regional, ensombreciendo la paz, la seguridad y la estabilidad de la región.

En junio de 2022, en vísperas de la IX Cumbre de las Américas, el experto panameño en asuntos internacionales Julio Yao escribió un artículo en la prensa local, comentando que EE.UU. es hoy un renegado absoluto del derecho internacional y la personificación más genuinamente auténtica del uso de la fuerza bruta en las relaciones internacionales. EE.UU. es el único país que no ha suscrito ni ratificado ningún tratado de derechos humanos, ni es parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Además, EE.UU. es el único país que no ha prohibido las armas biológicas secretas, y que tiene más de 200 laboratorios fuera de su territorio. Con la celebración de la Cumbre, lo único que pretende EE.UU. es involucrar a América Latina y el Caribe en la contienda en Ucrania, y dividir y debilitar la región.

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Según un artículo de South China Morning Post publicado en agosto de 2022, las llamadas “democracias” de EE.UU. y el Occidente han ido socavando sin descansos los cimientos de las normas internacionales y explotándolas cuando les han convenido. Mientras EE.UU. y el Occidente denuncian la “invasión” de Rusia a Ucrania, olvidan sus intervenciones, subversiones e injerencias en todo el mundo. Lo que hizo EE.UU. ha destrozado la economía mundial, exponiendo así a más países de renta media a crisis de deuda. Cuando las grandes potencias son selectivas a la hora de seguir las reglas que ellas mismas escribieron, todo el sistema pierde credibilidad.

5. Fabricación de la falsa narrativa de “democracia versus autoritarismo”

En la actualidad, el gobierno estadounidense, obstinado en la mentalidad de Guerra Fría y siguiendo la lógica hegemónica, practica la política de bloques y fabrica la narrativa de “democracia versus autoritarismo”, y acusa a los países pertinentes como autoritarios, cuya esencia consiste en utilizar la ideología y los valores como herramientas para reprimir a los ajenos y avanzar en su estrategia geopolítica bajo el disfraz de la democracia.

En 2021, EE.UU. convocó la primera Cumbre por la Democracia, trazando flagrantemente líneas ideológicas y dividiendo intencionadamente la comunidad internacional en los supuestos campos de los democráticos y los no democráticos, lo cual ha sido cuestionado por diversas partes, incluyendo la propia sociedad estadounidense. Foreign Affairs y The Diplomat comentaron en sus artículos que la Cumbre por la Democracia tenía un objetivo equivocado, y que la Cumbre no sólo fracasó en lograr la unidad entre los países democráticos, sino que también fue muy criticada debido a la representatividad de los países participantes. EE.UU. siempre carece de objetivos establecidos al promover la democracia en el mundo y tarda mucho en implementar sus consignas retóricamente bonitas. Dado su pésimo desempeño democrático, al convocar la Cumbre por la Democracia, EE.UU., lejos de alentar la democracia global, sólo acarreará mayores crisis geopolíticas. Hitoshi Tanaka, director del Instituto de Estrategias Internacionales de Japón, señaló que las conductas de EE.UU. como imponer la supuesta “democracia” a los demás y avanzar en la campaña de “democracia versus autoritarismo” han agravado la división del mundo. Japón no debe seguir ciegamente su ejemplo.

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Calificar a su propio país como democrático y a otros, autoritarios, en sí, no es nada democrático. La supuesta “democracia versus autoritarismo” no es la característica distintiva del mundo de hoy, ni mucho menos corresponde a la corriente del desarrollo de los tiempos. Bielorrusia 1 comentó que la lista de participantes en esa Cumbre se basaba claramente en el criterio estadounidense de “libertad”, pero la cuestión era cómo podía EE.UU. creer que podía monopolizar la definición e interpretación de la democracia y decir a los demás cómo debería ser la democracia. The Straits Times de Singapur publicó un artículo, indicando que EE.UU. debe darse cuenta de que la democracia estadounidense ha perdido su antiguo brillo y ya no es el estándar de oro. No existe un modelo fijo de democracia, y EE.UU. ya no tiene un poder absoluto sobre lo que significa la democracia. Esta es la verdad. EE.UU. debe replantear de forma pragmática sus métodos diplomáticos y centrarse en la cooperación en lugar de la confrontación.

Aunque la democracia estadounidense puntúa mínimos históricos tanto en el país como en el extranjero, EE.UU. sigue exportando, con entusiasmo, e incluso con frenetismo, su democracia y valores. No sólo forma todo tipo de alianzas de valores como la AUKUS, el “Diálogo de Seguridad Cuadrilateral” (Quad, por sus siglas en inglés) y la “Alianza de los Cinco Ojos”, sino que también intenta trazar líneas ideológicas en los campos económico, comercial, científico-tecnológico, cultural y de pueblo a pueblo, y pregona la mentalidad de Guerra Fría, perturbando y socavando así la normal cooperación internacional. Al Jazeera de Qatar comentó que cuando la gente está perdiendo su confianza en el sistema de democracia estadounidense, este país insiste en convocar la Cumbre por la Democracia y actuar como líder global de democracia, lo cual ha provocado un cuestionamiento universal. James Goldgeier, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Americana, argumentó que EE.UU. ha perdido su credibilidad, por lo que su gobierno debe realizar una cumbre doméstica por la democracia concentrada en la injusticia y la desigualdad del país, incluidos problemas como el derecho a voto y la desinformación. Emma Ashford, miembro sénior del Atlantic Council, señaló que si apenas tiene una democracia que funcione dentro del país, ¿cómo puede EE.UU. difundir la democracia o actuar como ejemplo para otros? South China Morning Post indicó que la Cumbre refleja dos mitos sobre la democracia estadounidense, uno es que el avance mundial de la democracia está retrocediendo desde el final de la Guerra Fría y necesita que EE.UU. lo revierta, y el otro consiste en que EE.UU. es la democracia más importante en el mundo cuyo liderazgo es primordial para otros países. Estos dos mitos han ignorado por completo la continua regresión democrática de EE.UU., el rechazo de la gran mayoría de los países a ser secuestrada por el hipócrita “concepto de democracia” de EE.UU., así como la vehemente aspiración de los numerosos países en desarrollo al desenvolvimiento económico y la mejora del bienestar de sus pueblos.

IV. Conclusión

La democracia es un valor compartido de todos los pueblos, pero en el mundo no existe un modelo de sistema político aplicable para todos los países. Tal como es variopinto el jardín de las civilizaciones humanas, las democracias de los diferentes países también deben ser multicoloridas. Así como EE.UU. tiene la democracia al estilo estadounidense, China tiene la democracia al estilo chino, y todos los países tienen sus modelos peculiares de democracia acordes con sus respetivas realidades nacionales. Si un país es democrático o no y cómo materializa mejor la democracia son temas que deben ser juzgados por el pueblo del propio país, en lugar de un pequeño número de países engreídos.

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Aquellos que se obstinan en actuar como señor maestro sin tener en cuenta sus propios fallos no tienen credibilidad. Los intentos de perseguir los intereses propios a expensas de los de otros y disturbar el mundo deben ser rechazados por unanimidad. Categorizar simplemente a los países del mundo en los democráticos y los autoritarios no está a la altura de la época ni tiene razón. Lo que necesita el mundo de hoy no es crear la división so pretexto de la democracia ni practicar el unilateralismo marcado por la supremacía de facto, sino fortalecer la unidad y la cooperación a base de los propósitos y principios de la Carta de la ONU y persistir en el verdadero multilateralismo. Lo que necesita el mundo de hoy no es intervenir en los asuntos internos de otros países con la excusa de la democracia, sino realzar la verdadera democracia y abandonar la falsa para avanzar juntos en la democratización de las relaciones internacionales. Lo que necesita el mundo de hoy no es la “Cumbre por la Democracia” exagerando la confrontación y nada beneficiosa para la respuesta conjunta a los desafíos globales, sino una cumbre de unidad con acciones concretas y enfocadas en la solución de los problemas destacados de la comunidad internacional.

La libertad, la democracia y los derechos humanos son el anhelo común de la humanidad y valores que siempre persigue el Partido Comunista de China (PCCh). China persiste en y desarrolla la democracia popular de proceso entero, garantizando de forma concreta y real la condición del pueblo como dueño del país en la gobernación del PCCh. China está dispuesta a reforzar los intercambios y el aprendizaje mutuo con todos los países sobre la cuestión de la democracia, y realzar los valores comunes de la humanidad de la paz, el desarrollo, la equidad, la justicia, la democracia y la libertad, con vistas a promover la democratización de las relaciones internacionales y hacer nuevos y mayores contribuciones a la causa del progreso de la humanidad.

Globovisión

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