Las fuerzas, sectores y personas que queremos dejar el pasado en su lugar, hemos recibido un duro golpe.
Ha quedado al descubierto la prolongada ejecución de un robo a la casa de petróleo. Sus perpetradores son del alto gobierno y con explicable justificación habrá opositores que se preguntarán si vale la pena dialogar con el poder. El punto débil de esta duda es que ella devuelva a la fracasada estrategia insurreccional.
Hay rabia en la gente y es lo menos que puede esperarse cuando el salario dejó de existir o se construyen con el dinero del robo torres de lujo mientras se derrumba la salud pública y la educación.
Pero las fuerzas alternativas, que lo son por ser existencialmente diferentes a un poder sin ética ni democracia, tienen que aportar conciencia, esperanza y confianza contra el efecto de frustración, tristeza y desamparo que se puede colar entre la indignación y la impotencia.
La oposición alternativa tiene que asumir con determinación la tarea de traducir el rechazo anímico al gobierno en voto contra su pretensión de perpetuarse. Nunca ha habido condiciones de opinión más propicias para ganar la presidencia, ni nunca antes el candidato del PSUV, sea Maduro o Lacava, ha visto condiciones tan adversas como las que ha creado el gobierno contra si mismo.
El asalto al tesoro nacional, que el régimen presenta como una traición a su proyecto, abre un boquete en su cúpula y en sus bases de sustentación. El robo continuado durante tres años de unas decenas de miles de millones de dólares tiene causas estructurales y también subjetivas.
La repetición de estos escándalos comprueba que junto a la revolución como simulacro, hay ausencias que favorecen la proliferación de delincuentes en serie: la inexistencia de controles y contrapesos, la concentración del poder, el secreto o la falta de la rendición de cuentas. No es de extrañar que la destrucción autoritaria de institucionalidad también favorezca que a la galería de los corruptos ingresen desde una enfermera o un escolta hasta un ministro o un Coronel.
¿Por qué se producirá este fenómeno de robar en grande hasta desde los niveles más bajos de una nómina?. El régimen está adquiriendo cada vez más la forma definitiva de una cleptocracia. Una perversión que le corresponde enfrentar a muchos de sus partidarios que temen una deriva totalitaria o una implosión por ineptitud.
Las fuerzas sanas que existen en el chavismo están exigidas de reaccionar o formar parte de los que ayuden a los escándalos porque se limitan a contemplarlos.
Las fuerzas opositoras deben responder a este nuevo acto de descomposición del régimen sin debilitar la alineación con sus principales objetivos: acumular condiciones de victoria y acertar con el candidato que muestre más apoyos, reúna las mayores intenciones de voto, tenga un programa de soluciones para salir del hoyo y sea eficaz para tejer entendimientos con las instituciones, organizaciones y sectores del país.
Porque es posible ganarle electoralmente al régimen hay que negociar, con el apoyo de la comunidad internacional, la realización de un proceso electoral lo más cercano a un evento competitivo.
Porque es posible reconstruir a Venezuela hay que ratificar que una victoria electoral de la alternativa devolverá a los venezolanos el derecho a vivir mejor y a convivir en paz. Sin exclusiones.
Esto supone convertir la campaña electoral en la difusión de un modelo de país y en la invitación a iniciar una transición hacia la democracia, la recuperación económica y un rescate de ética pública cuyo sostén sea un acuerdo nacional de gobernabilidad y corresponsabilidad a mediano plazo.
Hay que saberlo: unidad es ganar otro país, no perderlo por exclusiones. Una época es nueva porque no se parece a la anterior. O nos situamos en ese marco o seguiremos haciendo de Venezuela un país imposible.