Opinión

Andrés Eloy Blanco en la Constituyente

Andrés Eloy Blanco, conocido poeta venezolano, se destacó como presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, conciliando y liderando en tiempos de cambio político.

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ndrés Eloy Blanco, poeta venezolano, destacó en la Asamblea Nacional Constituyente de 1946 por su liderazgo y mediación política

*Por: Rafael Simón Jiménez.- Andrés Eloy Blanco fue, sin duda alguna, uno de los poetas más talentosos y creativos nacidos en suelo venezolano, pero, sobre todo, el mejor intérprete de los sentimientos y las angustias del pueblo. Su despierta inteligencia y su innata capacidad para consustanciarse con los clamores y padecimientos de los más necesitados, así como su vocación democrática y libertaria, lo llevaron desde muy joven a incursionar en las cárceles de la dictadura gomecista, incluyendo la terrible Rotunda y el siniestro castillo de Puerto Cabello, al que bautizó como el “barco de piedra”.

Esa sensibilidad poética y social lo condujo a abrazar la militancia y el compromiso político, pero sin mostrar nunca un talante excluyente o sectario, sino, por el contrario, con un alto respeto por el adversario y una amplitud sin fronteras en la amistad. Cuando Rómulo Betancourt funda el PDN y más tarde Acción Democrática, Andrés Eloy figura dentro de la plana mayor del partido. El propio nombre de esa organización, incluso su himno de inmenso contenido transformador, es obra del poeta, cuyo nombre sin duda otorgó prestancia a esa tolda, no solo en el mundo intelectual, sino también de cara a los sectores más desposeídos a los que el polifacético poeta consagró su obra y su trabajo municipalista.

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Cumplido el golpe de estado del 18 de octubre de 1945, y elevado Rómulo Betancourt y su partido a la jefatura del Estado, los primeros pasos de la llamada Junta Revolucionaria de Gobierno se encaminan a tratar de dar legitimidad democrática a la asonada castrense mediante la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que elegida por votación directa, universal y secreta permitiera redactar una nueva constitución que recogiera las reivindicaciones económicas, políticas y sociales voceadas por ese partido en sus tiempos de oposición.

Casi de inmediato se redacta un estatuto electoral que establece las bases comiciales; el sufragio universal y la representación proporcional aparecen consagrados en su texto. Se abre una campaña electoral en la cual compiten el gobernante partido Acción Democrática, que, aprovechando su súbita llegada al gobierno y el copamiento burocrático de la administración pública, multiplica sus huestes; COPEI, el partido fundado por Rafael Caldera, que luego de una corta connivencia con AD rompe con esta y se dedica a extender la presencia de su organización, que pronto aparece como la más consistente en su oposición al gobierno; URD, partido patrocinado por prestigiosas figuras intelectuales adscritas al derrocado medinismo, como Elías Toro e Isaac Pardo, a las que pronto se sumará la cimera figura del líder del movimiento estudiantil de 1928, Jovito Villalba; cuarteta que completaba el Partido Comunista de Venezuela (PCV).

Las elecciones para la Constituyente se realizan a finales de octubre de 1946, y sus resultados ratifican la amplia ventaja y hegemonía del partido de gobierno, que elige 137 representantes frente a 19 de COPEI y solo 2 de URD y el PCV; un auténtico “mar de brazos alzados” que complementa en la cámara las posiciones atropelladoras y excluyentes que AD mantiene en la calle. Andrés Eloy Blanco es elegido, al instalarse el cuerpo legislativo en diciembre, como su presidente, y desde esa tribuna tendrá oportunidad de lucirse no solo por su verbo, su humor, sus ocurrencias y su bonhomía, sino porque será un auténtico mediador, un apaciguador de las pasiones desbordadas, un catalizador de todo aquel ambiente de intolerancia y agria polémica que presidía la vida política y parlamentaria.

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Por iniciativa de Andrés Eloy Blanco, se transmiten por radio los debates parlamentarios, y por primera vez el pueblo venezolano tiene oportunidad de enterarse de la forma, fondo y estilo de sus representantes. Las sesiones se prolongan hasta la madrugada; el verbo es agresivo, salpicante e hiriente, pero cuando la violencia parece apoderarse del hemiciclo, allí es donde el presidente exhibe sus mejores recursos retóricos y disuasivos para que las aguas vuelvan a su cauce, y las diferencias no trasciendan al terreno de lo personal.

Cuando el 21 de mayo de 1955 un desgraciado accidente automovilístico acaba con la vida del poeta Andrés Eloy Blanco en su exilio mexicano, quien fuera en los días de la Constituyente el más férreo opositor al gobierno de AD y a su mayoría parlamentaria, Rafael Caldera, escribe para la censurada prensa caraqueña un artículo denominado “Andrés Eloy Blanco, el amortiguador de la Constituyente”, que se prohíbe publicar, pero donde filtrados por los intersticios de la resistencia, se podía leer entre otros elogios al desempeño parlamentario del supliciado poeta: “…Él influyó como ninguno en mantener la unidad orgánica de un cuerpo dividido en fracciones ardientemente opuestas. Y cuando la violencia verbal hacía parecer imposible la permanencia de la minoría en el seno de la Asamblea, él buscaba en los inagotables recursos de su talento la manera de echar, sin aparecer desautorizando abiertamente a sus más apasionados compañeros, un refrigerio sobre el espíritu atormentado de la Cámara, que era un eco del espíritu angustiado de la patria…”

*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano

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