Opinión
Yo no firme esa carta, pero ahí está lo que yo pienso
La influencia del General Eleazar López Contreras en la transición democrática de Venezuela y su relación con la caída de Pérez Jiménez.
Por: Rafael Simón Jiménez.- La extraordinaria longevidad permitió al General Eleazar López Contreras ser testigo, actor o protagonista de múltiples acontecimientos políticos, incluso después de haber dejado la Presidencia en abril de 1941. Conocidas son sus intenciones de volver a ser mandatario nacional en 1946, lo que en definitiva se verá frustrado por el golpe del 18 de octubre de 1945, promovido por los asociados Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez.
Sometido a prisión el mismo día de la triunfante asonada militar, el general de tres soles es casi de inmediato expulsado del país, y sus bienes arrebatados por una expeditiva sentencia del tribunal de Responsabilidad Administrativa que lo condena como reo de peculado. Durante el trienio 1945-1948, el exiliado exmandatario se dedica a organizar conspiraciones contra el régimen que gobierna en Venezuela, desde Nueva York, Colombia o el Caribe, convirtiéndose en un factor de motivación, recolección de apoyos y fondos para desestabilizar la junta de gobierno que preside Betancourt y más tarde al gobierno de Rómulo Gallegos.
Sus correrías sediciosas se detienen cuando los mismos militares que han llevado al poder a Acción Democrática deciden relevarlos del mando y transformarse en sus más implacables perseguidores. Entonces, el General López Contreras regresa al país, logra su rehabilitación y la devolución de sus bienes. Sin embargo, sus relaciones con el verdadero jefe del triunvirato militar, Marcos Pérez Jiménez, nunca fueron cordiales, aunque el entonces aspirante a dictador le debía al expresidente su carrera militar.
A comienzos de los años 30, el tercer hermano del subteniente Juan Pérez Jiménez, y del cadete Marcos Evangelista, quien luego sería el abogado Francisco Pérez Jiménez, es detenido en una alcabala fronteriza del Táchira, cargando en su equipaje propaganda calificada por el gobierno como comunista y subversiva, suministrada en Cúcuta por el exiliado Manuel Antonio Pulido Méndez. Alertado el dictador Juan Vicente Gómez del incidente, ordenó a su ministro de guerra y marina, Eleazar López Contreras, excluir de las filas militares a los dos hermanos del detenido. López defendió a sus paisanos como excelentes oficiales, siempre primeros en sus estudios de formación y de conducta irreprochable, pero sus argumentos no lograron revocar la orden categórica del dictador. Por lo tanto, el ministro de guerra optó por posponer indefinidamente la instrucción, salvando así la carrera profesional de los hermanos Pérez Jiménez.
A finales de 1957, las fisuras del régimen dictatorial que se prolonga durante nueve largos años parecen transformarse en grietas: la Iglesia Católica, los partidos políticos, los sindicatos y gremios, la joven oficialidad, el mundo empresarial e incluso los Estados Unidos, comienzan a presionar para una transición democrática. El general López Contreras no oculta sus críticas y desafección frente al dictador y su camarilla, por lo que pronto se convierte en referencia del frente antidictadura que se conforma dentro y fuera de Venezuela, y que será capaz de reconciliarlo con su archienemigo Rómulo Betancourt, el mismo que lo había expulsado del país y dispuesto de su patrimonio doce años antes.
El plebiscito, una insólita y fraudulenta fórmula que Pérez Jiménez pone en escena para tratar de revalidar su mandato en diciembre de 1957, acelera los acontecimientos; en Caracas comienzan a circular documentos que suscriben mujeres, intelectuales, profesionales y hombres de negocios que solicitan libertad para los presos, elecciones libres y el regreso de los exiliados. Entre ellos circula una carta atribuida al general López Contreras, en la cual le solicita a Pérez Jiménez dejar el poder. La misiva se difunde profusamente, y el gobierno, consciente del respeto y la influencia del general López Contreras en las Fuerzas Armadas, actúa con comedimiento ordenando a Pedro Estrada, tenebroso jefe de la Seguridad Nacional, que visite al general e indague sobre la autoría del documento. Estrada, quien había comenzado sus andanzas policiales en tiempos del gobierno del general López y le guardaba respeto y consideración, visitó a su antiguo jefe y le preguntó sobre la autenticidad de la carta. A lo cual, el general con tres soles, imperturbable, contestó que él no había firmado esa carta. Ante esto, el famoso esbirro le pidió que hiciera pública tal declaración, pero se sorprendió mucho cuando el mismo López agregó: «yo no puedo hacer eso, porque esa carta expresa exactamente lo que yo pienso de este gobierno», lo cual dejó al jefe de la Seguridad Nacional desconcertado y se marchó.
Solo unos días después, Pérez Jiménez caía y Rómulo Betancourt, su otrora acérrimo adversario, al regresar del exilio, reconocería el aporte del general López Contreras en la lucha contra la dictadura, confiriéndole la condición de senador vitalicio al sancionarse la Constitución de 1961.
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano
