Opinión

CURUCUTEANDO / Vienes con trazos indelebles de personalidad

A pesar de los esfuerzos por transformar nuestras actitudes y comportamientos, la esencia de nuestra personalidad permanece constante. Un análisis revela la resistencia interna que impide cambios duraderos y la aceptación de uno mismo como clave para una vida plena.

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Por: Edicta Gómez Merchán.- ¿Se cambia o no? En realidad, nadie cambia. Puede que mejore, pero jamás cambia. Una persona puede experimentar variaciones, pero incluso con el paso del tiempo y dependiendo de las vivencias o experiencias, los cambios naturales suelen requerir esfuerzo e implican enfrentarse a resistencias internas que surgen de las propias inseguridades y miedos. Así que, aunque alguien quiera o necesite un cambio en su comportamiento, hábitos, actitudes, pensamientos, creencias o emociones, y todo porque desea renovarse, mejorar o adaptarse a un nuevo compromiso en la sociedad, se enfrenta a la dinámica propia del proceso. Es fundamental tener la disposición para lograrlo, superando retos y obstáculos, y tomando acciones concretas que verdaderamente contribuyan a una variación en su personalidad.

Incluso se llega a idealizar a quien se ama, viendo solo virtudes y no defectos. Pero cuando llega el desamor, te das cuenta de que esa persona siempre fue de tal o cual manera y que nunca había cambiado.

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El ser humano arrastra, grabados y enterrados en sus cimientos primordiales, los trazos indelebles de su personalidad: posesivo, introvertido, orgulloso, inseguro, distraído, rebelde, egoísta, alegre, autoritario, humilde, triunfante, intelectual. Así que nace, crece y muere siendo positivo, cariñoso, comprensivo, tolerante, decidido, rencoroso, tímido, sensible, impaciente, pues sus códigos genéticos lo acompañarán hasta su sepultura.

Algunos desean ser alegres, agradables, brillantes, hermosos como otros, pero no lo logran. No nacieron así. Eres como eres, y no naciste de otra manera. Es importante dejar de lado esos sueños locos, irreales, llenos de fantasías, y tirarlos a la basura. Apaga esas llamas y, habiéndolo hecho, toma en tus manos, serena y sabiamente, tu fría realidad. Sin embargo, al aceptarte tal cual eres, a pesar de tus repugnancias, piensa y afírmate que eres una maravilla, lo mejor, lo espectacular.

Hay quienes tratan de ser de otra manera, pero no lo consiguen y se desesperan al comprobar que no lo pueden lograr. Hacen esfuerzos por liberarse de algunos malos sentimientos; a veces lo logran por un tiempo, pero no definitivamente, y luego reaparecen con complejos de culpabilidad por no poder disfrutar de un cuadro de valores y virtudes como añoran. Transforma tus sufrimientos en brazos de comprensión para ti mismo, y tus entrañas en un regazo de amor. Acéptate a ti mismo, no como te gustaría ser, sino como realmente eres, con debilidades y fortalezas.

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Recuerda que las sensaciones van y vienen, los pensamientos aparecen y desaparecen, crecen y decrecen. Los desafíos están siempre tocando la puerta, así como las amenazas, como si demasiadas flechas fueran disparadas al mismo tiempo. Controla la ira, el nerviosismo, el desagrado. Piensa que tanto como vales, tanto produces, y que debes tener capacidad de rendimiento. Lo más importante no es tener, lo que importa es parecer que se tiene.

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