Por: Rafael Simón Jiménez.- Simón Bolívar, libertador de Venezuela y de gran parte del continente suramericano, terminó sus días en medio del ostracismo y la censura por parte de los gobernantes de las naciones que él había emancipado. Sin embargo, su grandeza inevitablemente llevó a su pronta reivindicación. Del repudio se pasó al reconocimiento y a la apoteosis, dando inicio a un culto que, en muchos casos, ha alcanzado el rango de religión laica.
En Venezuela, el General José Antonio Páez, quien lideraba la reacción anti-bolivariana, se encargó de promover el reconocimiento y las glorias del padre de la Patria. Tomó la iniciativa de repatriar sus restos y de darle mayor realce y colorido a los actos programados para su inhumación en la catedral de Caracas. Sin embargo, sería durante el septenio de Guzmán Blanco (1871-1888) cuando los honores y la exaltación de Bolívar adquirirían mayor relevancia. Para perpetuar la gratitud y el reconocimiento nacional, el gobierno acordó erigir una estatua ecuestre en el centro de la plaza que lleva su nombre en la ciudad que lo vio nacer.
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Se adoptó como modelo la estatua original, erigida en la ciudad de Lima el 9 de diciembre de 1859 para conmemorar la victoria de Ayacucho. Se encomendó la tarea al escultor Adamo Tadolini, quien realizó gestiones ante empresas de fundición del viejo continente. Finalmente, se contrató a una empresa de Múnich, Alemania, que se comprometió a entregar el trabajo en un plazo de 18 meses. En 1874, al conocerse la finalización de los trabajos de fundición de la estatua ecuestre, el gobierno programó unas festividades para su inauguración, que debía llevarse a cabo el 28 de octubre de 1874, día de San Simón.
La estatua se envió desde Alemania en quince cajas, en las cuales se distribuían sus piezas, y se embarcó haciendo escala en la isla de Saint Thomas. Allí, fue reubicada en el bergantín Thora, encargado de su traslado definitivo al puerto de La Guaira. Mientras tanto, en Caracas, una junta especialmente designada organizaba una programación que movilizaba al ejecutivo, a los sectores representativos y a toda la población en torno al acto, del cual Guzmán Blanco deseaba obtener el máximo rédito político.
Sorpresivamente, debido a un error de navegación, el barco que transportaba la preciada carga se acercó imprudentemente al archipiélago de los Roques y encalló en unos arrecifes cercanos. Esto obligó a la tripulación a abandonar el barco y dejar las quince cajas a la espera de un rescate.
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En Caracas, la desafortunada noticia alteró la programación previamente establecida. Las prioridades se centraron en acudir rápidamente al lugar del naufragio para intentar salvar la estatua. Para tal fin, el 15 de octubre de 1874 se habilitó la goleta Cisne con naves auxiliares para trasladarse al sitio y realizar las labores de rescate. Se lograron embarcar catorce cajas, pero la número quince, que contenía el caballo, no cabía en la nave debido a sus dimensiones, por lo que se dejó en tierra firme en el archipiélago y se envió una segunda embarcación para concluir el rescate.
Después de todas estas peripecias, finalmente la estatua llegó al puerto de La Guaira el 19 de octubre. Los festejos destinados a su inauguración se realizaron el 7 de noviembre de 1874, en medio de un gran júbilo nacional y con un público que llenó la Plaza Bolívar de la capital.
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano
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