Opinión

Cuando el poder electoral repudio el fraude

En medio de la represión gubernamental, el proceso electoral de 1952 en Venezuela se convirtió en un escenario de resistencia y lucha democrática contra la dictadura militar.

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Por: Rafael Simón Jiménez.- El 30 de noviembre de 1952, el pueblo venezolano protagonizó una de las jornadas más combativas y heroicas de su historia democrática, al derrotar en las urnas electorales, y en medio de las más adversas y precarias circunstancias, a la dictadura perejimenista. Desde que el alto mando militar había derrocado al gobierno legítimo y constitucional de Don Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948, las presiones internacionales sobre los nuevos gobernantes militares se multiplicaron, exigiendo la convocatoria de un proceso electoral que asegurara el retorno a la normalidad política e institucional de la República.

La Junta Militar de Gobierno, inicialmente presidida por el teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, hizo promesas de un pronto retorno a la constitucionalidad y, aunque con lentitud, emprendió los pasos para su materialización mediante la designación de una comisión redactora del estatuto electoral, que regiría la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, encargada de redactar la nueva carta magna bajo cuya vigencia deberían elegirse los nuevos gobernantes por voto popular.

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Tras la trágica muerte del comandante Delgado, su sustituto al frente del gobierno colegiado, el civil Germán Suárez Flamerich, reiteró la voluntad del régimen de convocar a la consulta. Se aprobaron las bases comiciales y, a comienzos del año 1952, se abrió el registro electoral y se designó al nuevo Consejo Nacional Electoral, donde, junto a una representación de los partidos opositores URD y COPEI, se nombraron a 15 miembros nominalmente independientes, aunque en su mayoría simpatizantes o adherentes del régimen militar. Cumplida esta fase, se dio inicio a la campaña electoral, en la cual se proscribió la participación de Acción Democrática y el Partido Comunista, cuyas actividades habían sido prohibidas por la dictadura.

En el proceso electoral, llevado a cabo en medio de múltiples restricciones y limitaciones impuestas por la represión gubernamental, participó el URD con su emblemático líder, Jovito Villalba, quien logró incorporar a las listas postuladas por su organización al político y escritor de inmenso prestigio Mario Briceño Iragorry. COPEI, cuyo joven fundador Rafael Caldera asumió una posición irreductible frente al gobierno militar, también estuvo presente.

El oficialismo montó un tinglado partidista que denominó Frente Electoral Independiente (FEI), para el cual reclutó tránsfugas de los antiguos regímenes e incluso algunos antiguos militantes comunistas. Sin embargo, la verdadera dirección del aparato electoral la ejercieron, desde la Secretaría de la Junta de Gobierno y desde el Ministerio del Interior, Miguel Moreno y Luis Felipe Lloverá Páez, quienes utilizaron profusa y descaradamente los recursos públicos y todo el ventajismo del poder para intentar asegurar la victoria electoral.

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Jovito Villalba, la gran figura política del movimiento estudiantil de 1928 y el líder democrático de 1936, volvió a brillar al colocar a su partido y su prestigio al servicio de un gran entendimiento entre todas las fuerzas democráticas, incluyendo los partidos ilegalizados, para rescatar la libertad. Se convirtió en la figura central de aquel proceso, donde su verbo y su accionar desafiaron el terror impuesto por la dictadura.

*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano

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