Opinión

“Y ahora lo manda el burro… ¿Cómo le parece?”

Juan Vicente Gómez, el presidente que transformó Venezuela durante 27 años, emergió de la agricultura y la ganadería hacia el liderazgo político, sellando su historia en la lucha por el poder.

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Juan Vicente Gómez, un líder del campo a la presidencia

Por: Rafael Simón Jiménez.- Juan Vicente Gómez ha sido el dictador más longevo en la historia de Venezuela. Carente de toda instrucción formal, su temprana incursión en las labores agrícolas, pecuarias y comerciales en su lejana tierra tachirense lo obligó a dotarse de destrezas, habilidades e intuiciones que serían clave para mantenerse 27 años en el poder.

Su vida de labriego y ganadero se altera cuando se cruza con la del general Cipriano Castro, quien desde muy joven se inclinó por la política y las armas, destacando en las guerras intestinas y en el ejercicio del poder de lo que en ese entonces era la sección Táchira del Gran Estado Los Andes. Desde el momento en que se conocieron, unos dicen que en peleas de gallo y otros en casuales circunstancias guerreras, nació entre ellos una empatía y una complementación que cambiaría la vida de Gómez y, de alguna manera, el destino de Venezuela.

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El hasta entonces pacífico y próspero cordillerano se transforma en mecenas y apoyo de los planes y aventuras de su amigo y compadre Cipriano Castro, lo que le costará un exilio de seis años, compensado cuando, en mayo de 1899, el audaz general Castro aprovecha la grave crisis y el vacío generado por la muerte de Joaquín Crespo para realizar una rápida y sorprendente campaña militar que lo llevará desde el río Táchira, en la frontera con Colombia, hasta la Casa Amarilla, símbolo del poder en Venezuela.

Para su propia sorpresa, Gómez descubre a lo largo de aquella improvisada marcha bélica su propensión a la guerra, por lo que, en adelante, será el segundo al mando en el poder ejecutivo y en las innumerables peripecias guerreras que le tocarán sortear en el gobierno de su desafiante compadre, contra quien se aglutinan todos los caudillos tradicionales. El vicepresidente Gómez logra derrotar uno a uno a estos caudillos, hasta convertirse en el gran pacificador de Venezuela.
En 1908, tras nueve años de gobierno de Castro, las relaciones entre los dos compadres han sufrido grietas irreparables, que solo son ocultadas por el disimulo de un Gómez temeroso de que el todopoderoso Castro lo elimine, no solo política, sino físicamente. Sin embargo, el destino le jugará una mala pasada al vocinglero y altisonante mandatario cuando tenga que ausentarse del país debido a la grave dolencia que lo consume, sin encontrar remedios en estas latitudes. Gómez queda encargado de la Presidencia y, casi desde el día de la partida del agobiado mandatario, pone en marcha una maniobra efectiva para desplazar del poder al viajero y quedarse con el mando.

Era tal el número de enemigos que había acumulado el insoportable Cipriano Castro que el golpe de estado que su compadre adelanta goza de apoyos mayoritarios; solo es necesario detener a tres o cuatro altos funcionarios que se resisten al golpe. El Dr. Rubén González, alto funcionario de la gobernación del Táchira, está entre quienes repudian la traición hacia Castro y la expresa públicamente, lo que le costará persecuciones y atropellos del nuevo régimen. González, hombre competente y probo, canaliza su oposición a Gómez publicando un folleto titulado “El gañán de la mulera”, donde lanza los peores epítetos y descalificaciones contra el nuevo hombre fuerte del poder.

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No obstante, por esas volteretas de la vida y la política, Gómez y González, olvidando las ofensas y agravios de la primera hora, se reconcilian; de este modo, este último goza de todas las garantías y luego pasa a desempeñar con brillo los ministerios de Instrucción Pública tras la muerte de su titular, José Ladislao Andara, en 1922. En 1929, durante la presidencia de “paja” de Juan Bautista Pérez, ocupa la cartera de Relaciones Interiores.

Los intrigantes y envidiosos pretenden reavivar en Gómez los resentimientos por los dicterios proferidos por González. Uno de ellos, cuando el dictador le anuncia su decisión de nombrar a su antiguo adversario como ministro, le recuerda con insistencia el folleto publicado y le señala: “¿No se acuerda usted, general, que el Dr. González se atrevió a compararlo a usted con un burro?” Gómez, con su zamarrería innata y como si de antemano hubiera meditado la respuesta, le contestó con naturalidad: “Y ahora lo manda el burro… ¿Cómo le parece?”

Arturo Uslar Pietri, nuestro laureado intelectual, refería la versión que le contó el Dr. Rubén González sobre el día que, siendo ministro de Instrucción Pública, acudió a rendir cuentas al General Gómez y vio que sobre su escritorio destacaba un ejemplar del folleto que había publicado en los tiempos de repudio a su gobierno. Para su alivio, el dictador le aclaró: “Alguien que no es amigo suyo me ha traído este folleto que usted escribió contra mí, pero no se preocupe, doctor; eso lo escribió usted cuando éramos enemigos, ahora somos amigos y eso ya no importa.”

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*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano

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