– ¿Lo sabías? – Sorprendiendo Irene Cassini a Vincent Freeman observando con profunda meditación la fotografía del pianista de 12 dedos que acaban de escuchar en un recital en vivo.
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– Ah. Sí.
– Estuvo maravilloso, ¿no?
– Doce dedos o un dedo no importa, es cómo tocas.
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– Esa pieza se puede tocar solo con doce dedos. – le dice Irene dulcemente.
Guanina, adenina, timina, timina, adenina, citosina, adenina conforman el nombre “Gattaca”, una película de 1997 que a muchos fascinó y atormentó viéndola como lo que fue, ciencia-ficción, pero que hoy ya no lo es tanto, y parece más bien una guía ética y cívica de lo que implica ser tratados como abejas en una colmena, pero con la diferencia de que es ley, es gobierno, y está normalizado con proyecto que a casi todos agrada, pero que presenta un debate profundo del que no podré darte gusto sobre temas como la naturaleza, la elección, la razón, el destino o el libre albedrío, sea como sea que lo vivas o interpretes.
El código
Conversaba con Eduardo, un gran amigo mío de hace años, sobre el Código (con “C” mayúscula) hasta que pregunté a modo retórico: “Si nuestro código genético diseñó el código binario, ¿cuál será el código de Dios?”. Esto es una Torre de Babel que a muchos da terror construir en la medida que sabemos que pareciera ser que el código de Dios fuese el cuántico. Ya sé que entramos fuerte, pero no hay otra forma de calibrar lo que viene, porque lo primero que hay que tumbar es la hipocresía ante la Eugenesia.
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Tal cosa se tumba con datos (mi especialidad). ¿Y cuáles son? Tan simple como que nunca hubieses disfrutado de un frasco de miel, una banana (o cambur, llamado así en mi país) o un aguacate, un maíz, mucho menos del consumo de carne, e inclusive, de alguna “supervaca”, así como otros varios alimentos modificados para que puedas disfrutarlos hoy en cualquier momento del día si no fuese por la ingeniería genética o la selección artificial (cría selectiva animal y vegetal). Me dirás que ambos casos son incomparables, y te diré que es el mismo principio.
Reafirmaría que lo más próximo a Dios es el código cuántico, y aún así algunos podríamos estar enteramente equivocados aunque Los Vedas podrían asomar esta idea, como también pudiera con todo gusto debatir sobre este tema contigo algún día, pero no hoy. Aunque margino en lo que ética y moralmente es “conversable” porque “taboo” marca lo políticamente correcto, la verdad es que, quieras o no, la eugenesia está pasando sin nuestra opinión. Lo mejor que podemos hacer es estar informados, o al menos medianamente, porque esto será más común de lo que crees. No quiero hacer de este capítulo uno de Dross, así que tomémoslo como la posibilidad que tiene nuestra especie de adaptación en décadas lo que podría tomarle al Homo Sapiens Sapiens millones de años por selección natural.
El valle inquietante
Si buscas esto en Google, la referencia se centrará en la informática, algo muy parecido a lo que nos enfrentamos cuando vemos Sofía de, Hanson Robotic, o a “Alita, Battle Angel”, de Robert Rodríguez; pero ya es momento de dar el salto conceptual hacia otras dimensiones como el cine, y me aprovecharé de esto para justificar el “fracaso” de “Rebel Moon”, par de películas que personalmente me causaron fascinación, ¿por qué? Porque se siente muy cercano, casi real. Cuando estudiamos a los personajes parecen productos del dr. Frankenstein queriendo empatizar contigo desde sus capacidades físicas y emocionales adaptadas a su entorno geográfico y productivo.
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Trasplantes de cabeza de un cuerpo a otro como si de una planta se tratase, “sacos amnióticos” artificiales (tal con en Kriptón), trasplantes de órganos, adaptación a nuevos entornos planetarios, cosas como “Nació el 1er bebé del munto con el ADN de tres personas”, así como el pianista de 12 dedos de “Gattaca” y las quimeras que vimos en “Rebel Moon”; si has seguido mis artículos, te habrás dado cuenta que hemos estado dándole base científica a lo que muchas veces pagamos para ver en el cine, lo que alguna vez llamamos ciencia-ficción, pero como, ya viste, no lo es. Sí, es verdad que los primeros ejemplos no son parecidos a la eugenesia, pero, ¿qué tanta diferencia hay entre estos procedimientos y lo que estamos empezando a ver en el ADN?
En un futuro próximo, lo más común será la ingeniería genética, ¿por qué? Muy simple: como especie colonizadora debemos adaptarnos al planeta en el que estemos, sabiendo que terraformar podría llevar millones de años por sus dimensiones y el costo en ingeniería que eso implica, una alteración en el código genético probablemente no tanto, y esto es con el propósito de que el cuerpo sepa aprovechar y filtrar mejor los componentes atmosféricos del ambiente, ser más tolerantes a la temperatura o a ciertas ondas de luz que llegan al planeta para observar mejor, e inclusive, mantener la densidad ósea, una situación bastante común para quienes salen de nuestro bello planeta azul; y es que, si lo analizamos mejor, el entrenamiento físico es un método a largo plazo de adecuación que podemos heredar por generaciones, alterando nuestra genética, tal como la tribu bajau, en Indonesia. Te lo dejo de tarea.
¿Qué estudiar?
Era febrero de 2024 cuando Jensen Huang nos lo dijo bien claro: “Si ahora tuviera la oportunidad de empezar de nuevo, me daría cuenta de que la tecnología que convierte las ciencias biológicas en ‘ingeniería biológica’ ya está aquí, y de que la biología digital será un campo de la ingeniería, no un mero campo de la ciencia. Espero que esto sea el principio de toda una generación que disfrute trabajando con proteínas, productos químicos, enzimas y materiales”. No hay más qué agregar. Nos vemos tu y yo la semana que viene.
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Prof. Jesus Mateus, Ingeniero Data & AI “Consein”.