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CURUCUTEANDO / ¿Fueron estos genios malos estudiantes?

A lo largo de la historia, figuras como Isaac Newton, Charles Darwin y Thomas Edison han desafiado la idea tradicional de éxito académico. ¿Puede el fracaso escolar ser la clave para el triunfo?

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Albert Einstein: Del rechazo escolar a ícono de la ciencia moderna

La visión convencional de la educación a menudo ignora que varios genios mundiales han sido etiquetados como malos estudiantes. Su experiencia desafía mitos y ofrece lecciones valiosas sobre la motivación y el potencial humano.

Por: Edicta Gómez Merchán.- La ciencia ha sido revolucionada por genios que, durante su vida, fueron considerados malos estudiantes, y algunos de ellos son nuestros contemporáneos. Este fenómeno también se observa entre los artistas y literatos. No existen fórmulas, reglas o modelos para reconocer al genio. Indicadores como los primeros puestos en el colegio, la temprana erudición o la inteligencia pura no siempre son la carta de presentación de futuros científicos o artistas. Al final, lo que se demuestra es que el fracaso como estudiante no impide triunfar más tarde a nivel profesional. Asimismo, ser un alumno excelente tampoco garantiza el éxito en la carrera. Cada persona es diferente; por eso, un buen profesor debe motivar a sus alumnos, descubrir y potenciar sus habilidades, así como detectar posibles problemas de aprendizaje. Una formación de calidad siempre será un valor añadido y positivo para cualquier persona, pero la curiosidad, el esfuerzo y la actitud ante la vida marcan la diferencia.

Stephen Hawking, célebre científico conocido por sus estudios sobre los agujeros negros, se aburría en la universidad y sentía que no valía la pena esforzarse.

Bill Gates, fundador de Microsoft, necesitaba un incentivo económico por parte de sus padres para sentarse a estudiar.

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En cuanto a científicos colombianos, se sabe que Jaime Bernal, genetista, nunca tomó un apunte en clase; Eduardo Posada, físico, debe gran parte de su carrera científica a Julio Verne, y Emilio Yunis, genetista, habla de una afortunada trilogía: pueblo, familia y George Dahl.

Isaac Newton (1642-1727, Inglaterra)

Fue un muchacho retraído y distante, extremadamente susceptible y de aspecto nostálgico. Abandonado en una esquina, pasaba horas enteras reconstruyendo, a escala reducida, las máquinas que veía en los grabados.

Su infancia fue bastante desgraciada: su padre murió antes de que él naciera y su madre, al casarse de nuevo, lo dejó al cuidado de su abuela durante nueve años. Aunque su familia le había asegurado un futuro como granjero, Newton no se distinguió como estudiante, pero su tío convenció a la familia para que lo enviaran a estudiar a la universidad. Ingresa a Cambridge con un examen mediocre, pero pronto se interesa por las ciencias exactas.

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Cuatro años más tarde, Barrow, su profesor de matemáticas, le cede su cátedra. Un año después, recibe su doctorado, y en dos años más es nombrado miembro de la Royal Society. A partir de ese momento, el genio comienza una vida dedicada plenamente a la ciencia.

Su grandeza fue inmortalizada por el poeta Alexander Pope: “La Naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche. Dijo Dios: ¡Sea Newton! Y todo se hizo luz”.

Sin duda, es uno de esos genios que supo recuperarse y marcar su huella en la historia. Además de su descubrimiento de la ley de la gravedad, instauró un método científico basado en un enfoque estrictamente experimental. De aquí en adelante, la ciencia no sería la misma. “¡Mortales! Regocijaos de tan gran honor para la raza humana”, reza en su tumba.

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Charles Darwin

Fue un naturalista británico que propuso la Teoría de la evolución biológica por selección natural; fue acusado de vago y soñador. No solo fue un mal estudiante de niño, sino que su particular sufrimiento con los estudios lo acompañó también durante su etapa como estudiante de medicina en la universidad.

Cuando todo parecía indicar que acabaría abandonándolo todo para ordenarse como sacerdote, la literatura le reveló su verdadera vocación. Darwin vivió una infancia tranquila y feliz hasta que su madre falleció cuando él tenía solo 8 años, y su padre decidió internarlo en una escuela religiosa.

Darwin sufrió mucho bajo el rigor escolar y religioso; su desempeño académico fue pobre y no sentía la mínima atracción por aprender. El joven prefería dedicar sus tardes a observar la naturaleza y coleccionar plantas e insectos, actividades que su padre consideraba una pérdida de tiempo y vergonzosas para la familia.

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Para reivindicarse, Darwin decidió estudiar medicina, pero fracasó al darse cuenta de que no soportaba trabajar con sangre. Sin embargo, gracias a esta carrera conoció la taxonomía y la zoología, lo que lo llevó a inclinarse hacia esos estudios. Inspirado por los relatos de Humboldt, decidió emprender un viaje que cambiaría el estudio de la biología.

Darwin definió la evolución como «descendencia con modificación», la idea de que las especies cambian a lo largo del tiempo, dando origen a nuevas especies y compartiendo un ancestro común.

Thomas Alva Edison (1847-1932, Estados Unidos)

Era un niño cabezón, débil y enfermizo, y se convirtió en el hazmerreír de sus compañeros. Durante el corto tiempo que pasó en el colegio, no tuvo dificultades para ocupar el último puesto y era considerado un tonto incluso por su padre. “Mi padre pensaba que yo era un tonto, y yo casi creía que en verdad era idiota”. Fue expulsado del colegio por ser un estudiante inestable y desesperante. Durante los pocos meses que estuvo en la escuela, sus padres y profesores lo veían como un estúpido, sin intención de insultarlo, pues simplemente no encontraban otro adjetivo que describiera su escasa habilidad académica.

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Después de ser expulsado por tercera vez, su madre, una antigua maestra, decidió educarlo en casa. En este entorno, Edison pudo poner en práctica diversos conocimientos y pronto se dio cuenta de que las matemáticas y las teorías tradicionales le resultaban aburridas. “Mi madre ha hecho de mí lo que soy. Ella me comprendía y fomentó mi deseo de aprender y el amor por el estudio”, declaró Edison.

Desde pequeño, Edison mostró un gran entusiasmo por la experimentación. Montaba laboratorios en cualquier rincón de su hogar, leía todo libro que caía en sus manos y no dejaba de experimentar. En una ocasión, tras aprender de su madre por qué los gansos empollan huevos, se sentó encima de ellos.

A lo largo de su vida, sus anécdotas fueron innumerables: instaló un laboratorio de química a los diez años, a los catorce vendía periódicos en un tren mientras tenía su laboratorio en uno de los vagones, y a los quince aprendió telegrafía, convirtiéndose rápidamente en uno de los mejores. A los veintiún años, realizó su primer invento importante: un dispositivo para registrar mecánicamente los votos del Congreso.

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Años más tarde, Edison fundó su propia empresa, Edison & Houghton, y se dedicó con plena libertad a la invención. A pesar de sus dificultades en la escuela, se convirtió en un inventor, quizás el más grande de todos los tiempos, con 2,000 patentes, incluyendo el fonógrafo, la bombilla eléctrica y el microteléfono, contribuyendo de manera significativa a la industrialización de los inventos en el siglo XX.

Louis Pasteur (1822-1895, Francia)

Solía decir que “el azar favorece a los bien preparados”. Sin duda, su trayecto no habría sido posible sin la influencia de Jean Baptiste Dumas, un destacado investigador y profesor de su época, quien fue su profesor de química en la universidad.

Pasteur era un estudiante mediocre en esta asignatura y apenas pasaba en matemáticas. Durante la adolescencia, entre los trece y dieciocho años, dedicó su tiempo a dibujar a su familia, soñando con convertirse en profesor de Bellas Artes. Esto lo convierte en uno de los genios que fueron pésimos estudiantes.

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Al cumplir veinte años, Pasteur perdió un cupo en la sección científica de la Escuela Nacional Superior al ocupar el décimo sexto puesto. Sin embargo, un año después, gracias a su esfuerzo y dedicación, logró ascender hasta el quinto puesto y fue readmitido.

Asistió a las conferencias de Dumas y quedó fascinado. Se ubicaba siempre en la primera fila del anfiteatro para 800 personas, donde su profesor, con gran virtuosismo, cautivaba al auditorio. La vida de Pasteur cambió radicalmente en ese momento. Decidió estudiar química, se ofreció como asistente de Dumas y descubrió su gran interés por la ciencia. El profesor había logrado cumplir su máxima tarea: apasionar al genio y contribuir al avance de la medicina.

Giuseppe Verdi

Su niñez y juventud fueron duras. Estudiaba en Busseto y recorría a pie el camino hacia Roncole, tanto de ida como de regreso, ya que no podía permitirse el lujo de pagar una calesa. Desde joven, desarrolló un fuerte carácter y una profunda susceptibilidad, mostrando también las características de un tímido: era taciturno y huraño.

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Obstinado y con arrebatos de entusiasmo, afecto o cólera, delineó una personalidad considerada de «mal carácter», aunque con el tiempo esta rasgo se fue suavizando. Inicialmente, no fue admitido en el Conservatorio de Milán porque no colocaba correctamente las manos sobre el piano.

Verdi nació el 10 de octubre de 1813 en la humilde aldea de Roncole, situada a siete kilómetros de Busseto. Sus padres, Luigia y Carlo Verdi, administraban una pequeña posada y una tienda de comestibles. Entre sus clientes se encontraba Don Antonio Barezzi, un rico mayorista de Busseto y una figura fundamental en la vida cultural de la ciudad, quien desempeñó un papel crucial en la carrera de Verdi al mediar para conseguirle una beca para estudiar en el Conservatorio de Milán. Sin embargo, se vio desilusionado al no ser aceptado como alumno, ya que había excedido el límite de edad para los ingresantes. A pesar de ello, permaneció tres años en Milán, donde estudió con Vincenzo Lavigna, discípulo del famoso Giovanni Paisiello.

Las óperas de Verdi, como La Traviata y Rigoletto, han alcanzado un reconocimiento mundial y siguen siendo aclamadas en los escenarios de todo el mundo.

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Albert Einstein (1879-1955, Alemania)

Fue considerado un mal estudiante en el colegio; uno de sus profesores incluso le aseguró a su padre: “Su hijo nunca hará nada de provecho”. Decían que no llegarían lejos y que no tenía porvenir: era lento para aprender, tenía problemas de lenguaje, y resultaba incapaz de memorizar sus lecciones, además de ser flojo en francés, geografía y dibujo. Sin embargo, mostró un destacado talento en matemáticas y física.

Einstein estudió en Zúrich, sin destacar especialmente. A los 22 años, se encontraba en una situación de desempleo y publicó un anuncio en el diario Berner Anzeiger, donde se ofrecía “a escolares y estudiantes” para darles “clases privadas de matemáticas y física” en su casa de Berna (Gerechtigkstr. 32, 1er piso), con la nota final: “Primera hora de prueba, gratis”.

Durante esta época de penuria y desempleo, su extraordinario intelecto comenzó a florecer. Entre los 22 y 23 años de edad, escribió los artículos que cambiarían el rumbo de la ciencia.

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En 1902, logró obtener un empleo en la Oficina de Patentes de Berna y, desde allí, le escribió a su amigo Conrad Habicht, mencionando con humildad que había escrito “cuatro trabajitos», entre ellos “una modificación del aprendizaje sobre el espacio y el tiempo”. A pesar de su modestia, esos artículos dieron un impulso sin precedentes a las ciencias puras y a la tecnología, transformando el siglo XX, desde la bomba atómica hasta la cámara digital.

Einstein no poseía un doctorado ni tenía contactos en la comunidad científica, pero sus teorías, publicadas en 1905, revolucionaron la comprensión del tiempo, el espacio, la energía, la materia, la gravitación, la luz y la radiación, incluso en medio de su difícil situación de desempleo. Los científicos actuales afirman que cualquiera de los “trabajitos” de Einstein merecería el Premio Nobel. Sin embargo, el premio no lo recibió por su teoría de la relatividad, sino por un artículo titulado “Sobre un punto de vista heurístico acerca de la emisión y transformación de la luz”.

Einstein recibió el Premio Nobel de Física en 1921, cuando tenía solo 42 años, y a partir de entonces se convirtió en una celebridad. El galardón se le otorgó especialmente por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico. Resulta sorprendente que sus maestros lo hubieran considerado un estudiante con inteligencia inferior a la media. A pesar de esta percepción, el científico organizaba su tiempo de manera excepcional y, en ocasiones, se olvidaba incluso de almorzar.

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Los colegios del Tercer Reich, donde la enseñanza era férreamente absoluta, resultaron un castigo para Einstein. “Mis profesores me detestaban por mi independencia y me excluían cuando necesitaban ayudantes”, solía afirmar.

El ambiente familiar en el que creció Einstein era completamente distinto. Hijo de un modesto vendedor de material eléctrico, Herman Einstein, y Paulina Koch, encontró en ellos no solo apoyo moral, sino también flexibilidad y motivación intelectual. Con su tío Jakob comenzó su fascinación por las matemáticas, y con su tío Casar Koch despertó su curiosidad por la ciencia.

Leía continuamente y aprendió a tocar el violín. Su familia se trasladó a Milán, donde Einstein continuó sus estudios en Múnich. Posteriormente, viajó a Italia y no quiso regresar. Sus padres insistieron en que debía continuar su educación, y al regresar se presentó en la Universidad de Zúrich, donde no fue admitido debido a que su examen fue calificado como incompleto. Años más tarde, esa misma universidad lo colmó de honores y le ofreció una cátedra que se vio obligado a aceptar por problemas económicos.

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Einstein poseía una capacidad y un interés poco comunes para reflexionar. Desde pequeño, pensaba continuamente en el primer misterio de la naturaleza que le había fascinado: el imán de un marinero. A los doce años, decidió que dedicaría su vida a resolver los enigmas del mundo.

Siempre fue reticente hacia la enseñanza, afirmando que “el único medio racional de enseñanza es dar ejemplo”, pero quizás el resumen de su vida como estudiante y profesor se evidencia en esta frase: “El arte del maestro consiste en despertar la alegría por el trabajo y el conocimiento”.

Marilyn Monroe lo calificó como “muy sexy”, y Andy Warhol lo definió como un “ícono pop”. A medida que se popularizaba, el mundo comenzó a respetarlo y a rendirle homenaje, a pesar de no comprender completamente su famosa teoría de la relatividad.

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Einstein vivió en una época de grandes sueños y miedos que moldearon su mente, encarnando la esencia del siglo XX: la revolución científica y la bomba atómica, la paranoia de los nazis y la huida de los judíos de Europa, una increíble mezcla de conflictos y esperanzas.

Edicta Gómez Merchán
Educadora / Comunicadora

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