Opinión
No te preocupes, mi amor, que tú también tienes razón
El general Eleazar López Contreras, tras la muerte de Gómez, navegó la compleja transición política venezolana de 1936, concediendo la razón a ambos bandos, izquierda y derecha, en medio de protestas y presiones.
Por: Rafael Simón Jiménez.- El general Eleazar López Contreras fue el último general en jefe de tres soles en la historia militar venezolana, un honor y distinción obtenidos por méritos de servicio, valor, disciplina y estudio.
Joven bachiller, esperando el ingreso a la universidad, sintió una inesperada vocación por las armas cuando, por Queniquea, su pueblo natal, pasó el variopinto e improvisado ejército comandado por Cipriano Castro y su segundo, Juan Vicente Gómez, que se proponía la ambiciosa tarea de llegar a Caracas y conquistar el poder.
Casi imberbe, el joven Eleazar inició una larga carrera militar que lo llevó a cumplir variados y distinguidos servicios, interrumpida en varias ocasiones por asignaciones a cargos civiles. Su constancia, su vocación por el estudio, su obediencia, su honestidad y rectitud le allanaron el ascenso a la cúpula castrense, convirtiéndolo en el lógico aspirante a suceder al general Juan Vicente Gómez tras la muerte de éste.
Formado en las entrañas de un régimen brutal y tiránico, sin manifestar nunca disidencia abierta, el general López Contreras, desde sus funciones públicas, supo transmitir una visión e ideario que se separaba radicalmente de las prácticas de la dictadura, y que se convertiría en doctrina y práctica cuando le tocó dirigir una de las transiciones políticas más difíciles tras el 17 de diciembre de 1935.
En 1936, Venezuela acumulaba todo el siglo XX bajo la opresión de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, sin gozar de libertad, democracia, garantías ni derechos. Por ello, al conocerse el fallecimiento del longevo dictador, el pueblo, tras tantos años de miedo, salió a las calles a repudiar el gomecismo y exigir un gobierno respetuoso de los derechos ciudadanos. Con una equilibrada combinación de concesiones, negociación, autoridad y mano dura, el general López Contreras demostró ser un hábil conductor político, capaz de impulsar la transición en medio de las presiones de sectores enfrentados y antagónicos.
El 14 de febrero de 1936 fue una fecha crucial para nuestro devenir democrático. Ese día, una manifestación popular que exigía la restitución de las garantías democráticas y protestaba contra la censura de prensa fue baleada en los alrededores de la Plaza Bolívar, dejando un lamentable saldo de muertos y heridos, generando una ola de indignación y repudio ante la repetición de los métodos dictatoriales. Esa misma tarde, convocados por la legendaria Federación de Estudiantes de Venezuela y su líder, Jovito Villalba, más de 50.000 personas (de una población que no llegaba a los 200.000) se concentraron para marchar hacia Miraflores a exigir justicia y garantías al régimen.
López Contreras, quien había repudiado los sucesos de la mañana y destituido al gobernador Velasco, recibió en su despacho a una representación de los manifestantes encabezada por el rector de la Universidad Central, el venerable doctor Francisco Antonio Rísquez, y el bachiller Villalba. Este último, con su elocuencia inflamada, exigió la depuración del gobierno y profundas reformas democráticas. Cuando el presidente López interpeló al rector sobre sus posiciones, éste, pasándose las manos por sus canosas cabellos, respondió: «Solo lamento que estas canas no me permitan repetir las palabras del bachiller Villalba con la misma contundencia».
Ante la impresionante multitud que protestaba, el jefe de Estado les dio la razón y prometió cambios y reformas. En su despacho lo acompañaba su inseparable esposa, la distinguida señora María Teresa Núñez, quien presenció la conversación entre su marido y los dirigentes democráticos. Alarmados por el desbordamiento popular y el auge del movimiento progresista, los sectores conservadores, agrupados en torno al frente anticomunista encabezado por el senador y general Juan Bautista Araujo, y secundados en el sector estudiantil por el joven Rafael Caldera, solicitaron ser recibidos por el presidente de la República, quien los recibió y escuchó sus peticiones de imponer el orden y la autoridad frente a los supuestos desbordamientos promovidos por la izquierda.
López Contreras, también acompañado por su esposa, concedió la razón a los manifestantes y prometió medidas enérgicas de acuerdo con sus peticiones.
María Teresa de López, sorprendida por la versatilidad de su marido —quien primero daba la razón y prometía reformas y concesiones a la izquierda, y horas después ofrecía medidas a los sectores más reaccionarios, incompatibles con las primeras— se atrevió a preguntarle: «¿Cómo es eso, Eleazar? Primero vienen los izquierdistas y tú les das la razón; luego vienen los conservadores y reaccionarios y también les das la razón?». El experimentado general, consciente de que la difícil situación lo obligaba a actuar con equilibrio, la tranquilizó cariñosamente: «No te preocupes, María Teresa, que tú también tienes razón».
*Por: Rafael Simón Jiménez @rafaelsimonjimenezm. Intelectual, historiador y político venezolano
