CURUCUTEANDO / Vives divinamente, sola pero no en soledad

Por: Edicta Gómez Merchán.- La vida se trata de momentos; así que, si tienes que empezar de nuevo, hazlo, tantas veces como sea necesario. Recuerda que la felicidad viene de adentro hacia afuera, y es una actitud personal. Mantén la serenidad ante la adversidad y repítete: “Como soy la creadora de mis sueños, vivo a mi manera. No le doy importancia a las críticas ni al qué dirán. Si me lastiman sin razón o me dañan sin darme explicaciones, puede que me duela, pero las heridas sanan. Y si quedan cicatrices, aprendo a vivir con ellas, porque gracias a cada episodio vivido y a cada lucha librada, hoy soy más fuerte, más aguerrida y más enfocada. Analizo cada situación de manera diferente, y reconozco que mi capacidad racional y analítica se ha expandido”.

La madurez es sinónimo de sabiduría. Muchas mujeres, al llegar a cierta edad, deciden continuar su camino en solitario, no porque deseen la soledad o su sombra como única compañía, sino porque buscan mantenerse en paz, en equilibrio emocional, conocerse más y descubrir su propia libertad. Quieren ser independientes, autónomas, aventurarse sin miedos ni temores. Es tener el alma libre para vivir a su propio entender. Cumplir el sueño o la fantasía de vivir solas es maravilloso, porque es una elección. Es mirar hacia el futuro con alegría, ser más productivas, y aprender a sostener con firmeza el paraguas cuando el viento, el sol o la lluvia arrecian.

Ahora soy la reina, la princesa, la protagonista de mi propia vida, de mi película, de mi obra de teatro. Viajo de vez en cuando, sin pedir permiso ni dar explicaciones. Regreso cuando me apetece, me miro al espejo y sonrío a la persona que soy. Me tomo mi tiempo para arreglarme cuando salgo, disfruto de estar más en contacto conmigo misma. Si la vida me ha roto el corazón, no me ha partido el alma. Así que ríe, canta, grita, baila, porque eres una maravilla, un tesoro, una joya. ¡Y vales mucho!

En la madurez, se revive la felicidad de la juventud y la niñez. Se puede ser tan dichosa como cuando asistías a la universidad, jugabas con muñecas o competías en torneos deportivos. La madurez es un símbolo de respeto y confianza. Con el tiempo y las experiencias vividas, sabes lo que quieres y lo que te hace feliz. Conoces tu verdad tan bien que, si no te piden opinión, ni la das, porque sabes que no eres tan buena como algunos piensan, ni tan mala como otros creen.

Arréglate como si fueras a una fiesta, siéntete atractiva, porque ¿qué mayor fiesta que la vida? Perteneces a ese grupo de mujeres solteras, divorciadas, con hijos o nietos ya emancipados, con o sin profesión, seguras de sí mismas, sin complejos, y tal vez, hasta arriesgándose con parejas más jóvenes, pero sin compromisos en algunos casos. Y aunque no seas fácil de conquistar, eres tremendamente activa y entretenida, porque disfrutas incluso de cualquier tutorial que te parezca interesante o alegre.

La independencia económica y sexual es tu compañera inseparable cuando decides dedicarte a ti misma. Nada de recuerdos desagradables; es el presente lo que celebro: el sol, su luz, su calor, sus rayos cada mañana. No te dejas vencer por las presiones o el estrés que pueda traerte la vida, sin tropezar contigo misma, recordando siempre que la juventud se lleva por dentro. Cuando vives sola, tus actividades sociales mejoran; ya no tienes que preocuparte por mascotas ni compromisos. Te pones las prendas más insólitas, te tomas las selfies que quieras en los momentos y lugares que nunca habías imaginado, y disfrutas de tiempo suficiente (quizá hasta de sobra) para dedicarte nuevamente al aprendizaje, a cultivar tu talento y calmar tu cerebro, que antes parecía desbocado. No hay apuro ni a quién complacer. Si tu casa es un desastre, no importa: camina con la espalda recta, erguida, sin arrastrar los pies, con la cabeza en alto y mirando siempre al frente.

Es bastante lo que se logra estando sola; es incluso preferible vivir sin pareja y sin hijos ya independizados. Esto no significa ser una ermitaña, apartada del mundo, padeciendo problemas psicológicos, sociales o sexuales, ni mucho menos ser una presa voluntaria, estar deprimida o encerrada en un claustro. Se trata de poder reírte de todo o de nada, de estar como quieras en tu espacio, ya sea en bata, desnuda o cubierta con una toalla. Es disfrutar de tiempo infinito en el baño bajo la regadera, probarte ropa que ni siquiera recordabas que tenías, y recibir llamadas o mensajes a cada rato, sin la obligación de cocinar los domingos. Puedes preparar pasta, café o empanadas a medianoche. Todo lo que hay es tuyo; se trata de tomar las riendas de tu vida y adaptarte a los cambios inherentes a tu nuevo estatus.

Eres la única que puede construir la vida que mereces y deseas, porque eres la protagonista de esos momentos que te hacen feliz, la que soñaste. Y aunque hayas derramado lágrimas, no has perdido la sonrisa, puesto que el éxito en la vida es de quien lo intenta y decide transformar su realidad con aliento, valor y fortaleza emocional. Por eso, eres la persona que se aparta y se separa para encontrarse consigo misma y vivir en plenitud, sin angustias. Es importante considerar los aspectos personales que quieres mejorar, gozar de mayor intimidad y descubrir el ser humano maravilloso que eres y todas tus grandezas. Nunca borres una sonrisa; hazlo para ti misma con frecuencia, porque no sabes si alguien sonríe contigo o se enamora de esa sonrisa.

Mantente con el rostro relajado, dispuesta a disfrutar del rocío mañanero, del trinar de las aves, de los colores espectaculares de las mariposas, de la variedad de flores y de la majestad de los árboles que nos cobijan. Disfruta de la lluvia, ya sea suave o intensa, del infinito cielo y del sabor dulce de las situaciones que la vida nos depara. Realiza nuevos proyectos, porque tienes el poder espiritual y la fuerza necesaria para continuar sola, cumpliendo metas personales, profesionales, laborales, intelectuales o artísticas. Dedica tiempo a ocupaciones artesanales y disfruta de momentos de lectura, buena música, series, películas y novelas. Asiste a obras de teatro y haz lo que realmente deseas, porque antes quizás hubo limitaciones, y ahora puedes hacerlo sin angustias, códigos, estrés o el qué dirán.

Vivir sola es un canto al individualismo; es ser útil a uno mismo y sentirse totalmente libre. Te permites incluso ser un poco maniaca; el pasado queda atrás, no hay compromisos, pero sí hay privacidad, muy lejos de los niveles de ansiedad. Piensa para ti misma: solo tienes ganas de vivir, crecer y amar, porque eres capaz de avanzar sin miedo a nada ni a nadie. En ese camino, descubres que está bien no ser perfecta, que tienes debilidades, pero también fortalezas; defectos, pero también virtudes. Eres feliz por lo vivido y por lo andado, incluso por las contradicciones. Eres una mujer madura, hermosa por dentro y por fuera, y auténtica. Tienes sueños, sí, pero ya no corres tras ellos; solo esperas que vengan a ti.

Sal a divertirte con amigos y cancela citas a última hora si lo necesitas. Pareciera que la vida acaba de comenzar. Ve tus programas favoritos; si no estás al tanto de las novedades, que tampoco te importe, incluso si llegas tarde. Contesta o envía mensajes, correos electrónicos, WhatsApp, Telegram, Instagram, Facebook o X, hasta la hora que desees. No te preocupes si algo sale mal últimamente; no hay temor al ocio ni a la soledad porque creces desde adentro. Ama con intensidad, y aunque te roben una ilusión, no permitas que te roben los sueños. No borres ninguna página de tu vida, porque hubo días en los que fuiste feliz, otros que te brindaron experiencias, y los peores, que aportaron enseñanzas.

Mantén siempre el rostro alegre, camina, haz ejercicio físico, incluso en casa (cualquier tutorial puede ayudarte). Deshazte de los achaques imaginarios y, si son reales, también. Vivir sola es estar en tu propia compañía, en tu propia piel, cómoda. Es un proceso de aceptación personal en el que te sientes dichosa por estar en comunión contigo misma; aprendes a valorarte y a distinguir lo que realmente es relevante y lo que no te importa. Recuerda que el corazón no envejece; solo se arruga la piel, pero no el alma. Ahora no eres tan joven, pero sí más bella; te gustan tus años, los disfrutas y te sientes orgullosa de ellos, porque la vejez es solo un estado de ánimo, y tienes la edad que deseas tener.